Exposición de la Obra Completa del Padre Granada en la UNED (Cartagena)
Compuso fray Luis numerosas obras en latín y en portugués, lenguas que dominaba. De sus escritos en castellano, igualmente abundantes, destacan el Libro de la oración y meditación,
Habíanse
caracterizado los dominicos desde los días de su fundador, Domingo de Guzmán,
por la severidad de su formación teológica, a la que Santo Tomás había venido a
incorporar –cual patrimonio inalienable- la gigantesca construcción de su
Escolástica, convirtiéndose a la vez en símbolo de toda una actitud
intelectual. De acuerdo con ella, los dominicos representaban una tradición de
filosofía racional, nutrida en la herencia aristotélica. Este carácter tuvieron
siempre sus grandes teólogos; y así fueron los dominicos españoles del siglo
XVI, Melchor Cano, Domingo Báñez, Domingo de Soto, Francisco de Vitoria, como
también los famosos enemigos de fray Luis de León, León de Castro y Bartolomé
de Medina. La primordial finalidad de su orden, como su nombre justifica, les
hacía dedicarse con celo combativo a la predicación y a la enseñanza que en
muchos momentos casi monopolizaron; y la índole y rigor de sus estudios teológicos
conducíales al empleo prácticamente exclusivo del latín en todas sus cátedras y
escritos; a diferencia de los agustinos, carmelitas y franciscanos, que
abrazaban abiertamente la causa del romance.
De acuerdo con esta
tradición de su orden fray Luis de Granada se entregó ardientemente a la
predicación; y ya hemos aludido al sobresaliente lugar que en ella tuvo.
Destacó asimismo por la profundidad de sus conocimientos lo mismo teológicos
que clásicos, lo ardiente de su fe y la intensidad de su celo religioso. A
pesar de ello el padre Granada no representa ni doctrinal ni literariamente la
tradición racionalista y escolástica de su orden. El influjo de las doctrinas
platónicas y agustinianas es manifiesto en todos sus escritos, así como el
recibido de León Hebreo; hombre de ingenua bondad, confiado y presto a todos
los entusiasmos, imaginativo y sensible, predominaba en él todo lo sentimental
y afectivo sobre lo puramente intelectual. Es, pues, el suyo realmente, como
hacen notar todos sus exegetas, un espíritu franciscano que no correspondía al
carácter seco y razonador de los dominicos. Conocido es el enorme influjo que éstos
tenían en la Inquisición ;
ésta, sin embargo, prohibió por algún tiempo –suponiéndolos influidos por la
doctrina de los iluminados- los dos libros capitales de fray Luis: la Guía de pecadores y el Libro
de la oración y meditación, movida sobre todo por la opinión adversa de su
compañero de orden Melchor Cano, que dedicó al padre Granada mortificantes
cuando no comprometedores juicios. Las dificultades que de todo ello se
originaron con sus hermanos de religión, revelan sus profundad diferencias de
carácter y espíritu, y justifican la calificación de franciscanismo a que
aludimos. El sentido popular, la índole práctica y la intención divulgadora de
sus libros, unido al empleo de la lengua vulgar, irritaban a Cano, para quien
era gravemente reprensible enseñar al
pueblo lo que a pocos dél conviene.
JUAN
LUIS ALBORG, Historia de la
Literatura española, t. I: Edad Media y Renacimiento, ed.
Gredos, Madrid 1975, p. 880-1
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