Declaradas ya las condiciones que ha de tener
la buena oración, será razón declarar la oración del Pater noster, la cual nos
enseñó el mismo Hijo de Dios, en la cual está comprendido todo lo que se ha de
pedir. Y haber Él compuesto esta oración y ordenado las palabras de ella,
acrecienta mucho nuestra confianza. Porque muy confiados conviene que
aparezcamos en la presencia del Padre, pues podemos alegar que su amado Hijo
nos manda a Él, y que por más señales Él nos puso las palabras en la boca con
que le habíamos de hablar. Y pues es
verdad lo que dice el Sabio, que Dios honra al padre en los hijos[1],
haciendo mercedes a los hijos malos por merecimientos de los padres buenos,
justamente le podemos pedir, no por nuestros merecimientos, sino por honra de
este soberano Señor y padre nuestro. Por donde parece que con ninguna otra
oración podemos más convenientemente pedir mercedes al Padre, que con esta
oración. Y para que esto se pueda mejor hacer, declararemos aquí sumariamente
siete peticiones que hay en ella, dando este aviso al piadoso lector, que cuando
fuere pronunciando las palabras de esta oración, vaya con su espíritu
considerando lo que en ella se comprende, según aquí se declara, o según lo que
el Espíritu Santo le diere a entender.
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXI, F.U.E.
Madrid, 1999, p. 39
(Transcripción del texto portugués de José Luis de Almeida Monteiro; Traducción al español de Justo Cuervo)
[1] Si 3, 3
No hay comentarios:
Publicar un comentario