Turbado Herodes con este anuncio, reúne a todos los
príncipes de los sacerdotes y a los escribas y les pregunta dónde había de
nacer el Mesías. Ellos le dicen: en Belén de Judá…los Magos, después de oír al
rey, se fueron[1]. ¿No es asombroso que unos
extranjeros vayan a adorar a un rey extraño, y que los hijos de Israel, a los
que las promesas celestiales, los anhelos de los santos padres, y tantos
oráculos de los profetas los apremiaban a buscar al rey nacido entre ellos, ni
se muevan a buscarlo?. A los Magos además sólo una estrella los había traído
desde tan lejos.
¿Qué alteración es esta?, dice san Máximo, ¿qué
mudanza?: Habla el profeta a los judíos, y nadie le oye; y entre los gentiles,
una estrella calla, y los convence. Estaba escrito: ‘vieron lo que no se les
había contado, y comprendieron lo que no habían oído'[2]. Se
hizo entre gentiles y judíos como un certamen a favor y contra la fe: Caldea
salta de júbilo porque ha nacido Cristo, mientras, toda Jerusalén y sus
gobernantes se atormenta. Los judíos lo persiguen, los Magos lo adoran. Herodes
afila su espada, los Magos preparan sus regalos[3]
Fray
Luis de Granada, Obras Completas, t. XXV,
F.U.E. Madrid 2000, p. 290-3
Transcripción
y traducción de Ricardo Alarcón Buendía
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