viernes, 20 de enero de 2017

Juan el Bautista

       ¿Pues qué? ¿No reconoció a Cristo cuando dijo señalándolo con el dedo aquellas dulces palabras: He aquí el cordero de Dios, que quita los pecados del mundo? (Jn 1, 29) ¿Es alguien capaz de expresar con palabras el afecto con que el santo precursor dijo estas hermosas palabras, cuando omitiendo los demás nombres de Cristo lo llamó cordero? Con este  término expresaba muy bien que Cristo era aquella hostia con la que el Padre omnipotente, provocado por los crímenes de los hombres, iba a ser aplacado y todos los delitos del género humano iban a ser expiados.
        Y cuando añade que quita el pecado del mundo recoge en una sola palabra casi toda la filosofía evangélica, pues pone de manifiesto, si lo examinas atentamente, la debilidad de la naturaleza humana, la inconsistencia de la ley, la necesidad de la gracia y de los sacrificios, despeja las sombras y explica la misión del Redentor. Con una sola espada remueve, corta y elimina los innumerables errores de los heréticos, quienes realzando la naturaleza o la ley quitan mérito a la gracia.
     Así, al que había reconocido, anunciado y presentado tantas veces, y cuya dignidad había ensalzado tanto que decía ser indigno de atarle la correa de su calzado, a éste le pregunta ahora dudoso ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XXIV, F.U.E. Madrid 1999 p.285

Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía

jueves, 19 de enero de 2017

Obras de espiritualidad en la Biblioteca de san Juan de Ribera

La cultura del Patriarca Juan de Ribera a través de su biblioteca

            Las obras de espiritualidad y los sermonarios
       
        La literatura espiritual tiene un importante espacio entre los libros de Ribera, el más amplio después de la teología y los estudios bíblicos. No hemos de olvidar que en los últimos años del siglo XVI se produjo en España un gran desarrollo de la ascética y la mística, amalgamadas con diversas tendencias espirituales presentes desde inicios de siglo, al que no fue insensible Juan de Ribera. La cuestión merecería un estudio detenido, pero me limito a dar unas breves notas. Constatamos la presencia de las obras clásicas de espiritualidad vigentes en aquel momento, como la Vita Christi del Cartujano, así como algunos exponentes de la mística renano-flamenca a través de las obras de Taulero, de Ruisbroquio y de Jean Mombaer, así como de la devotio moderna con Tomás de Kempis. Las vidas de santos son abundantes (algunos de ellos todavía por canonizar, como Ignacio de Loyola, Francisco de Borja, Carlos Borromeo, Juan de Ávila, Luis Bertrán, Teresa de Jesús o Gaspar Bono).
        Pero lo que realmente se aprecia en la biblioteca es el predominio de la corriente espiritual recogida o afectivo-contemplativa, que fue la espiritualidad primaria y fundamental del Siglo de Oro español, representada por Francisco de Osuna y otros franciscanos como Diego de Estella, el beato Nicolás Factor o Diego de Murillo; santo Tomás de Villanueva y otros autores espirituales agustinos, como el beato Alonso de Orozco, Cristóbal de Fonseca o fray Luis de León; el dominico Felipe de Meneses y su Luz del alma cristiana; los sacerdotes seculares Diego Pérez de Valdivia (Camino y puerta para la oración, Aviso de gente recogida); pero, sobre todo, fray Luis de Granada, al que le unía una profunda amistad, y del que poseía todas sus Conciones, la Introducción del símbolo de la fe, la Guía de pecadores, el Libro de la oración y meditación, el Memorial de la vida cristiana y el Compendio de doctrina cristiana, hasta un total de veinte títulos (1). Naturalmente, no falta el epistolario espiritual y las obras completas de Juan de Ávila.    

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Fuente: Comunidad Valenciana. Arte y Memoria (Revista Cinematográfica del Nodo nº 804. 1960. Filmoteca española)
                              
        Por otra parte, vemos también a través de la biblioteca cómo el Patriarca aprecia la espiritualidad difundida por los jesuitas, la cual tenía una orientación ascética y una finalidad eminentemente práctica, de cara a la actividad apostólica, pero donde se daba un gran lugar a la imaginación, y por tanto a las imágenes para excitar la devoción y la meditación contemplativa, como se percibe en los grabados que ilustran las Meditaciones sobre los evangelios del padre Jerónimo Nadal, o los Icones operum misericordiae de Giulio Roscio, que el Patriarca pudo contemplar a menudo. Francisco Arias, Pedro de Ribadeneira, Franz Coster, Gaspar Sánchez y Gabriel Vázquez son algunos de los autores espirituales jesuitas que encontramos en la biblioteca. En esta línea no podemos dejar de notar la presencia de las obras de santa Teresa de Jesús, con el Camino de perfección y la primera edición de las obras de la santa de Ávila, cuya espiritualidad, que llegaba a las cimas de la mística, sintonizaba con la de los jesuitas en cuanto era esencialmente «extrovertida», apoyada en las imágenes (bien fuesen naturales o sobrenaturales). De igual modo, cabe destacar la atención prestada a la actividad misionera, a través de libros que informaban sobre las misiones de los jesuitas y de otras órdenes religiosas en distintas zonas del mundo, como veremos en el apartado dedicado a la historia; un tema que debía interesar a Ribera de cara a la realización de uno de sus proyectos más queridos: la conversión de los moriscos. En último lugar, debemos notar la abundancia de obras de oratoria sagrada que reunió, más de ochenta, algunas de ellas manuscritas, pues era materia a la que Ribera prestaba mucha atención, como lo atestiguan los volúmenes de sus sermones manuscritos (que se conservan en la biblioteca), y en la que quería que se ejercitasen sus colegiales leyendo buenas prédicas, pues estaban destinados al servicio de la Palabra divina en las parroquias de la diócesis. Fray Luis de Granada ocupa un lugar destacado en este campo, así como san Juan de Ávila, con un manuscrito de sermones del santo algunos de los cuales hasta hace poco inéditos. Entre los sermonarios manuscritos encontramos piezas oratorias de fray Pedro Puertocarrero, de Hernando de Toledo,15 de Agustín Saluzio y de otros anónimos.

Miguel Navarro Sorní, Studia Philologica Valentina Vol. 15, n.s. 12 (2013) 233-235 ISSN: 1135-9560

La cultura del Patriarca Juan de Ribera a través de su biblioteca, Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia.- Fecha de recepción: 14/08/2013 Fecha de aceptación: 19/10/2013

(1) La abundancia de libros del P. Granada en la biblioteca se debe, en primer lugar, a la especial relación que Juan de Ribera había tenido con el autor dominico, y, en segundo lugar, al gran valor teológico y espiritual que encontraba en sus obras, por lo que las reputaba especialmente útiles para la formación de sus seminaristas, como se percibe en las Constituciones del Colegio, cuando prescribía: «que todo el tiempo que estuvieren comiendo, a yantar y a cenar, se les lea […] los libros del Padre Maestro Frai Luis de Granada, por la devoción que siempre avemos tenido y tenemos a la doctrina de sus libros, y a la grande opinión de su virtud y santidad, y por la particular amistad y correspondencia que hubo entre él y mí». Constituciones del Colegio y Seminario de Corpus Christi (cit.), cap. XXIII, § 5, pág. 42. 14


La fe y la piedad de los gentiles

        Otra causa la insinuó David, cuando dijo: El pueblo al que no reconocí, fue mi servidor. Me obedeció con sólo escucharme. Los hijos ajenos me mintieron; los hijos ajenos envejecieron y claudicaron de sus sendas (Sal 17, 44b-45). En estas palabras se refiere a la fe y la piedad de los gentiles, que sin haber tenido noticia alguna de Dios, ni haber visto a Cristo con carne humana, ni haber presenciado sus milagros, convertidos por la predicación de los apóstoles, recibieron su doctrina con verdadera devoción. Pero, los hijos legítimos y verdaderos, que habían visto sus milagros, no conmoviéndose lo más mímimo (ni con los milagros, ni con el ejemplo de sus virtudes), le fueron infieles y, por esto, reputados entre los ajenos y extranjeros. De ellos dice Juan: Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron (Jn 1, 11). Y sucedió que no se apartó Dios de ellos, sino ellos de Dios, por su infidelidad e impiedad..
        Para que lo entendamos mejor, traigamos a nuestra mirada el abismo de la bondad y justicia divinas. Pues éste hace que ame con un amor infinito la justicia y la bondad, y aborrezca la impiedad y el pecado. Por eso, nada, salvo la virtud y la justicia, tiene valor para Él, ni linaje, ni riquezas, ni honores, ni ciencia, ni elocuencia, ni agudeza de ingenio, ni don alguno de la naturaleza o de la fortuna, pues para Él es polvo y sombra. Por el contrario, la fe y la piedad son bienes de tal categoría, que le producen una inmensa admiración, como hemos visto en el evangelio de hoy.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XXVI, F.U.E. Madrid 2000 p.175

Transcripción y traducción de María del Mar Morata García de la Puerta