viernes, 20 de enero de 2017

Juan el Bautista

       ¿Pues qué? ¿No reconoció a Cristo cuando dijo señalándolo con el dedo aquellas dulces palabras: He aquí el cordero de Dios, que quita los pecados del mundo? (Jn 1, 29) ¿Es alguien capaz de expresar con palabras el afecto con que el santo precursor dijo estas hermosas palabras, cuando omitiendo los demás nombres de Cristo lo llamó cordero? Con este  término expresaba muy bien que Cristo era aquella hostia con la que el Padre omnipotente, provocado por los crímenes de los hombres, iba a ser aplacado y todos los delitos del género humano iban a ser expiados.
        Y cuando añade que quita el pecado del mundo recoge en una sola palabra casi toda la filosofía evangélica, pues pone de manifiesto, si lo examinas atentamente, la debilidad de la naturaleza humana, la inconsistencia de la ley, la necesidad de la gracia y de los sacrificios, despeja las sombras y explica la misión del Redentor. Con una sola espada remueve, corta y elimina los innumerables errores de los heréticos, quienes realzando la naturaleza o la ley quitan mérito a la gracia.
     Así, al que había reconocido, anunciado y presentado tantas veces, y cuya dignidad había ensalzado tanto que decía ser indigno de atarle la correa de su calzado, a éste le pregunta ahora dudoso ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XXIV, F.U.E. Madrid 1999 p.285

Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía

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