martes, 21 de junio de 2011

Sermones de tiempo: Corpus Christi I

Podemos filosofar de este modo: si tiene nuestro Dios una bondad infinita, aún más, si es él la bondad misma, y lo más propio de la verdadera bondad es hacer semejantes a ella todos los otros bienes (como es propio del fuego transformar todo en fuego y hacerlo como él) ¿Qué otra cosa convenía más, decidme, a la bondad infinita, que instituir este sacramento, que tanta fuerza tiene para hacer a los hombres buenos, es decir, partícipes de la bondad y santidad divina?.

Si creemos que es obra digna de la majestad divina haber hecho el cielo, la tierra y los mares, con cuyo beneficio se alimentan y conservan los cuerpos de los hombres ¿cuánto más digno fue de su inmensa bondad haber instituido este sacramento, por el que las almas de aquellos se santifican y se nutren en la vida espiritual? Si predicas que no es indigno de Dios crear la comida para todos los seres vivos ¿cómo lo va a ser proporcionar a nuestras almas esta comida espiritual? Si decimos que a su inmensa majestad concierne sobre todo la obra de la creación, porque declara su infinita sabiduría y poder ¿cómo no vamos a creer que le corresponde aún más la obra de la santificación, que proclama abiertamente su inmensa bondad?.

Argüirá. quizás, algún infiel diciendo que los hombres piadosos se afanan tanto por el amor y el deseo de Dios, porque se dejan seducir por la idea falsa de que Dios les tuvo un amor tan grande, que quiso hacerse para ellos alimento de su vida espiritual. Y ¿quién, al ver en su Dios semejante bondad y amor no intenta amarlo con toda su alma y todas sus fuerzas? Y si tienen este convencimiento ¿cómo no se van a deshacer en amor a su Dios?

Pensad vosotros, hermanos, y meditad qué respuesta debo dar a esta objeción. Desde luego ningún infiel podrá negar que para mover los ánimos es más poderosa la verdad de las cosas que una falsa persuasión de ellas. Pues si tú piensas que en este amor y bondad de nuestro Dios hay tanta fuerza para impulsar las almas a su amor, que incluso una opinión y una idea falsa enciende el corazón de los hombres en amor a él y les lleva a cualquier empresa, ¿cuánto más lo hará la verdad misma y el amor probado y manifiesto? Si tanto valoran los hombres una opinión falsa ¿qué poder tendrá para ellos la propia verdad? ¿Hay nada más digno de aquella bondad inmensa que haber hecho algo, cuya mera aprensión, como piensa para sí el infiel, tiene tal poder para despertar el amor de Dios y para llevar al ejercicio de todas las virtudes?.

Esta razón, hermanos, os diré abiertamente lo que siento, tiene en mi opinión tanta fuerza para concebir la fe en este sacramento, que no espero poderlo explicar con palabras. Tampoco yo, creo más digno de Dios, la creación del mundo que haber instituido este sacramento, porque pienso que si aquel fue creado por su sabiduría y poder, este manó de su inmensa bondad.

Si observas esta obra de la bondad divina en sí misma, parece increíble: pero cesará tu extrañeza si miras a su autor. Deje, pues, el hombre, como dice Crisóstomo, de admirar la obra y atienda al artífice, de cuya infinita bondad nació una obra tan grande.


Fray Luis de Granada: Obras Completas, Sermones del Corpus, t. XXXV F. U. E. Madrid 2002, p. 281-3
Trascripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía 

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