lunes, 20 de junio de 2011

Fray Luis de Granada, traducido por Ricardo Alarcón Buendía

Yo he tenido la oportunidad y la suerte de conocer de cerca la obra de Fray Luis que él escribe en tres lenguas: Latín, Castellano y Portugués. Este año de 2009 la Fundación Universitaria Española acabó de editarla, y en Mayo se presentó la primera edición completa, incluida la traducción de su parte latina, en la Biblioteca Nacional. Hubo allí gente de muchos países: Italia, Japón, Puerto Rico, Alemania; de varias universidades españolas: Granada, Madrid, Murcia; ni podía faltar el editor y autor de la anotación crítica, padre dominico Álvaro Huerga Teruelo, investigador, miembro de la Real Academia de Puerto Rico, profesor allí y en Roma; estábamos también Aurora, que ha organizado este curso sobre Fray Luis, y yo mismo, porque la obra ha sido editada en 51 tomos, et quorum, de ellos, (como dice Virgilio en Eneida II, 6) pars magna fui, fui parte grande al haber traducido siete de estos volúmenes, las Contiones de Tempore y de Sanctis escritas en Latín, lo mismo que su Rethorica Ecclesiastica; unos sermones en que se recoge y se da a conocer toda la doctrina de la Iglesia, y la Teología cristiana. Quería él que todos los sacerdotes, dominicos o diocesanos, portugueses y españoles, tuvieran a mano, puesta en sermones toda la doctrina y teología de la Iglesia. Su objetivo era encomiable, y la ayuda que aquellos recibieron debió SER muy grande.

Con mi traducción creo que he facilitado a nuestros sacerdotes de hoy, que ya no dominan el Latín como aquellos del s. XVI, lo que Fray Luis dejó escrito. A muchos, pienso yo, les debe ser difícil explicar en sus homilías los misterios de la Trinidad, el Corpus Christi, la Ascensión, la Navidad,.. De modo que ahí tienen una forma de explicar la doctrina de la Iglesia sobre temas tan profundos y difíciles de entender para los no iniciados como nosotros. Esta ha sido mi aportación.

He dicho también que tuve la suerte de conocer la obra de Fray Luis; porque para un latinista es una suerte y una gozada leer y traducir su forma de escribir en Latín, su dominio de esta lengua, la perfecta estructura y organización de sus sermones, piezas de la más pura oratoria ciceroniana o quintilianea, dos autores Cicerón y Quintiliano, cuyas obras sobre oratoria conoce bien y trata de imitar, dándoles, eso sí, contenido, proyección y sentido cristiano.

Y he aprendido, además, lo que considero más importante para nosotros, profesores, que Fray Luis es un COMUNICADOR, ese que llega a sus oyentes y les interesa en lo que les dice. ¡Ay si algunos le pudiéramos imitar!¡Cómo cumple nuestro fraile la máxima aquella oratoria de Catón el Viejo!:

rem tene, verba sequentur.
ten claro lo que has de decir, y las palabras acudirán solas

El de Granada tenía claro, conocía bien lo que iba a contar, era un sabio con esa doble sabiduría que él mismo atribuye a Sto. Tomás: había estudiado a fondo a los clásicos (habla como ellos y se deja influir por ellos), es un humanista adelantado a su tiempo, tiene esa humanitas que tan bien definieron los hombres del periodo clásico griego y latino; conoce, además, los textos y comentarios al Antiguo y Nuevo Testamento, a los Santos Padres, lo que habían definido los papas y los concilios...No hace afirmación alguna que no contraste o la apoye en ellos. Es por tanto un sabio en el sentido que nosotros damos a la palabra, un científico que da razón de sus afirmaciones.

Lo es  también en otro sentido: sabio (del latín sapiens sapere) es el que conoce algo porque lo ha saboreado. El fraile habla de Dios con el conocimiento de quien lo ha saboreado, de quien lo siente cerca y dentro de sí, y todo lo ve con ojos del que está endiosado, poseído por su enamoramiento de Dios. Sus obras rezuman a Dios. Por tanto, cumple muy bien la primera parte de la máxima catoniana: rem tene: domina el tema, conoce bien lo que has de decir.

Dice luego Catón: verba sequentur: las palabras  te vendrán solas. A él no le faltan las palabras, más con ello, añado yo, no sería suficiente. Porque hay muchos sabios que conocen bien el tema de que hablan, que no le faltan las palabras, que no se cortan cuando exponen un tema y sin embargo aburren a sus oyentes, no logran interesarlos, comunicarles lo que saben.

Si cualquiera de los sermones que hay en este tomo XXXV, sobre la Trinidad y Corpus Christi, los misterios más profundos en que se apoya toda la doctrina católica, lo predicara un erudito investigador en la materia, pero sin ese arte del buen orador para llegar a los oyentes, seguro que los aburriría y no les haría entender ni les comunicaría lo que tan bien conoce él como erudito. Y es que para ser un buen comunicador, a la máxima de Catón hay que añadir el empleo de un vehículo apropiado.

Yo os invito a que leáis cómo explica Fray Luis el contenido de tales misterios, tan profundos y difíciles de entender; y es que su lengua, el empleo tan cuidado que hace de ella, te interesa en lo que quiere comunicarte. No soy yo ahora hombre de fe, pero os aseguro que no he visto nunca mejor ni más clara explicación de unos misterios tan oscuros y difíciles. Fray Luis emplea el vehículo apropiado, con una lengua precisa, mesurada, acomodada al tema de que se habla, acorde con  la sensibilidad de quien la escucha, en la que no falta ese ritmo y musicalidad que halaga y da calma al oído y a la vez despierta el interés del espíritu.

Os confieso que traduciendo el Latín de Fray Luis he tenido esas sensaciones y con mi traducción he pretendido (si ha sido o no con fortuna otros lo tendréis que decir) traer a nuestra lengua Castellana, hija del latín, un reflejo siquiera de la lengua madre: su precisión y musicalidad, su orden latino (que no es el hipérbaton que malinterpretan algunos) y su claridad.

Bien sabéis que toda traducción tiene mucho de traición; yo he intentado que sea la mínima y os pido que, aunque no sea yo un hombre de fe, la tengáis vosotros en mí cuando os cuento lo que digo de este autor y sus cualidades: gran humanista, conocedor de los clásicos y creador a partir de ellos de nuestro querido Castellano y demás lenguas nacionales.

Fray Luis fue un gran admirador y seguidor en parte de otro gran humanista, ERASMO DE ROTTERDAM. Para cerrar sus sermones de Trinidad y Corpus Christi lo hace con unos versos de este sabio, humanista neerlandés en lengua latina, 1469-1536 (Elogio de la locura, Coloquios familiares, Institución del príncipe cristiano: intento de definir un humanismo cristiano).

Bien está que para honrarlo también nosotros oigamos unos fragmentos de estas estrofas asclepiadeas: ¡Que los libros de un hombre capaz de escribir estos versos, fueran prohibidos por la Santa Inquisición!

                    Cuando sólo yo poseo los bienes que la tierra fértil
                            o el Olimpo inmenso contienen,
                    Decid, mortales, qué locura os ha llevado
                            a buscar en otro sitio los bienes
                    Sin querer sacarlos de la propia fuente
                            tan saludable y al alcance; 
                    Y a que andéis en alocado y mísero tropel falsas
                            sombras de bienes persiguiendo?
                   Pocos son los que a mí, creador verdadero y dador
                            de la felicidad me buscan.
                   Seduce a muchos la belleza, y nada hay más bello que yo;
                            pero a nadie inflama esta hermosura.
                  Admiran muchos el linaje, la gloria y la nobleza; 
                            pero ¿hay nada más glorioso que yo,
                  Que, engendrado de Dios, soy Dios también, 
                           nacido de una madre purísima?

                                            


Ricardo Alarcón Buendía, en Fray Luis de Granada. Un escritor contemporáneo, Ediciones del Orto, Madrid 2009, p. 29





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