viernes, 10 de febrero de 2017

'Misionero'

         Cursé tres años que me faltaban de Teología en Zaragoza y me ordené, junto a otros tres compañeros en Ariza, un pueblecito donde había nacido uno de ellos.
        A pesar de haber sido formado durante un tiempo prolongado en Suiza, en 1975 empezaron a regresar los emigrantes a España, así que mi primer destino como misionero sacerdote no fue allí, sino en la misión de Mato Grosso, Río Araguaia de Brasil...

        En verano del 76, en plena reunión de los grupos, el sacerdote Manuel pidió que le dejaran marchar a España, ya que su padre estaba muy mal de salud. Él partió y yo, recién llegado, tuve que sustituirle en el grupo de Ribeirao Bonito. Dicho grupo estaba formado por: dos religiosas alsacianas, un matrimonio médico, un universitario y yo mismo.
        Disponíamos de una casa grande con varias habitaciones donde hacíamos la vida y celebrábamos las reuniones. Además había un espacio habilitado como ambulatorio. A dos kilómetros estaba la capillita, cerca del riachuelo y de la carretera.
        Un día de octubre de aquel año, en el que el pueblecito preparaba sus fiestas y las religiosas Bea y Magdalena animaban a la comunidad, el universitario Joarez vino preocupado porque, en el pequeño bar, había habido una pelea entre militares y campesinos por el robo de un reloj. Como consecuencia de esto, la convivencia se complicó. Los hombres, por miedo, se escondieron en la selva de donde no salían. Los soldados amenazaban al pueblecito diciendo: Si no salen, quemaremos las casa de todos. El ambiente era cada vez más tenso...

Máximo Paredes, Misionero, ed. en 2015 por M. Paredes

*********************

        Porque, ¿qué se puede hacer sin confesores idóneos, sin predicadores idóneos, sin visitadores idóneos y sin curas idóneos? Un hombre solo, por suficientísimo y santísimo que sea, ¿qué puede hacer más que por uno solo? Pues ¿cómo tendrá tantos curas y confesores como ha de menester un grande obispado, si no los instituye y cría de nuevo? ¿Cómo tendrá proveídos todos sus pueblos de doctrina (sin la cual muere de hambre el ganado por falta de pasto) si no gasta un pedazo de lo que tiene en sustentar este ministerio? Por do parece que no es oficio principal de perlado oir causas y castigar delitos, sino trabajar por todos estos y otros medios por evitarlos. Porque no es su oficio como el de la Ley, que castigaba los delitos y no daba gracia para evitarlos, sino como el del Evangelio, que de tal manera castiga los males, que da gracia pera vencerlos.


Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XIX, F.U.E. Madrid 1998 p. 207-8


No hay comentarios:

Publicar un comentario