jueves, 24 de septiembre de 2015

Las llagas de Cristo

        Aquí, pues, tienes, ánima mía, dónde aprender, y con qué te reprehender, y también con qué te consolar: porque todos estos oficios hacen las virtudes y llagas de Cristo. Enseñan a los diligentes, corrigen a los negligentes, curan a los enfermos y esfuerzan a los flacos y desconfiados. Satisfagan, pues, oh eterno Padre, ante tu divino acatamiento su obediencia por mi desobediencia, su humildad por mi soberbia, su paciencia por mi impaciencia, su largueza por mi avaricia, y sus trabajos y asperezas por mis deleites y regalos. Su preciosa y no debida muerte te ofrezco por la muerte que yo te debo, y sus penas por las penas que yo merezco, y su cumplida satisfacción por todas las deudas de mis pecados, pues todo lo que por mi parte faltó, El perfectísimamente lo suplió. Y pues tú, Señor, no castigas una cosa dos veces, ya que en él castigaste mis culpas, no las quieras otra vez eternamente castigar en mí.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. II, F.U.E. Madrid 1994, p. 376

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