lunes, 26 de octubre de 2015

'Cantar de Mio Cid', Anónimo


Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,
Facsímil de la ed. paleográfica de R. Menéndez Pidal, Madrid 1961


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        Si Santa Cruz es, de puertas adentro, una fragua encendida de oración y estudio, de puertas afuera es un faro radiante de predicación y apostolado. El apostolado es el fin medular de los Dominicos, y uno de los motivos que los Reyes Católicos invocan para fundar el convento de Santa Cruz es precisamente 'el fruto' que se seguirá; ese fruto no puede ser otro que el de la 'predicación'; la ciudad y el reino, con su población de moros y cristianos, se hallaban menesterosos de una abundante siembra de la palabra de Dios.

        Fray Alberto de Aguayo proyectó Santa Cruz a esta vertiente desde hora de prima. El Capítulo de Peñafiel, 1504, le concedió el honroso título de Predicador General, señal inequívoca de que se ha señalado en las tareas del púlpito, y acicate para que continúe 'predicando'. No sólo él; Santa Cruz es casa de predicación, y todos los de la comunidad, cada uno a su modo y manera, predican.
        Esta es, a grandes rasgos, la historia del nacimiento y de las primeras décadas de Santa Cruz la Real: ahí se encamina, decidido y consciente, Luis, mozo de veinte años, ex-paje de los hijos del conde de Tendilla.

ÁLVARO HUERGA, Fray Luis de Granada, BAC , Madrid 1988, p. 18

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