viernes, 9 de octubre de 2015

La Devoción a la Virgen del Pilar

        


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        El mayor trabajo que padecen las personas que se dan a la oración es la falta de devoción que muchas veces en ella sienten: porque cuando ésta no falta, ninguna cosa hay más dulce ni más fácil que orar. Por esta razón, ya que habemos tratado de la materia de la oración y del modo que en ella se podrá tener, será bien tratemos ahora de las cosas que ayudan a la devoción, y también de las que la impiden, y de las tentaciones más comunes de las personas devotas, y de algunos avisos que para este ejercicio serán necesarios. Mas primero hará mucho al caso declarar qué cosa sea devoción, porque sepamos antes qué tal sea la joya por que militamos.
        Devoción dice Santo Tomás que es una virtud, la cual hace al hombre prompto y hábil para toda virtud, y le despierta y facilita para bien obrar (Cf. Summa theologiae, II-II, q. 82, a. 1.). La cual definición manifiestamente declara la necesidad y utilidad grande de esta virtud, porque en ella está encerrado más de lo que algunos pueden pensar. Para lo cual es de saber que el mayor impidimento que tenemos para bien vivir es la corrupción de la naturaleza que nos vino por el pecado, de la cual procede una grande inclinación que tenemos para el mal, y una grande dificultad y pesadumbre para el bien. Y estas dos cosas nos hacen dificultoso el camino de la virtud, siendo ella de suyo la cosa más dulce, más hermosa, más amable del mundo. Pues contra esta dificultad y pesadumbre proveyó la divina Sabiduría de convenientísimo remedio, que es la virtud y socorro de la devoción. Porque así como el viento cierzo esparce las nubes y deja el cielo sereno y descombrado, así la verdadera devoción sacude de nuestra ánima toda esa pesadumbre y dificultad y la deja entonces habilitada para todo bien: porque esta  virtud de tal manera es virtud, que también es un especial don del Espíritu Santo, un rocío del cielo, un socorro y visitación de Dios, alcanzado por la oración, cuya condición es pelear contra esta dificultad, despedir esta tibieza, dar esta promptitud, alumbrar el entendimiento, esforzar la voluntad, causar hastío del mundo y aborrecimiento del pecado, y dar al hombre por entonces otro fervor, otro espíritu y otro esfuerzo y aliento para bien obrar.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XIV, F.U.E. Madrid 1997, p. 119-120



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