miércoles, 30 de marzo de 2011

Himno de Jacobo Montano al Niño Jesús en su Circuncisión

Ya amanece el día octavo,
en que el niño dios, cortada la carne
de su varonil pudor, derrama
sangre rosada.


Gócese todo el mundo,
por cuya salud eterna  Dios,
tomado figura humana,
quiso cubrirse de sangre.


No tiene mancha y sufre expiación,
siente al médico curar la herida,
afirmado su vigor, aunque esá libre
de sufrir herida.


Su carne se queja y grita,
sus mejillas no pueden frenar el llanto,
y mientras, como un azote,
el grito golpea su pecho sagrado.


Su sangre es precio de salud humana,
nada más valioso que ella en el mundo
se nos da hoy por vez primera
en generosa ofrenda.


Tanto llanto lava el corazón de culpa,
de la doble mancha del pecado,
y la sangre libra al vasto mundo
de sus prolongadas cadenas.


Le ponen desde el cielo
el nombre de Jesús al niño,
y con razón se lo dan, pues redime
a su pueblo y es su salvador.


Este nombre da vida a los muertos,
hace andar a los cojos, a los ciegos
les da vista, y sana los cuerpos
enfermos de lepra.


Este nombre hace oír a los sordos,
que hablen los mudos,
y aleja el fuego temible
de la fiebre duradera.


Este nombre sana a los tullidos,
da otro vigor a los miembros,
y devuelve el movimiento firme
a los cuerpos que lo han perdido.


Este nombre cura la hidropesía,
retiene los gases fugitivos,
y con su virtud repele de la carne débil
toda enfermedad.


Este nombre da fuerza al espíritu,
cuando la dificultad nos llama a luchar,
y el infernal Plutón lanza
truculentos aguijones.


Este nombre perdona los pecados,
es gozo de los justos, patria de los
desterrados, puerto para los náufragos,
y fuerza oculta para el luchador amigo.


Este nombre llena de lenguas la boca,
vence al veneno vivaz de la víbora,
y calma el hambre y violencia
de las fieras antes de decirlo.


Este nombre tiene la virtud del aceite
saludable, con cuyo ungüento suave
sana al universo mundo y mitiga
todo dolor.


Este nombre es sonido puro para el oído
dulzor para el gusto, aroma para el
olfato vivo, y levanta gozos sonoros en
el corazón puro.


Gloria pura a la trinidad eterna,
que ama tanto a su pueblo, para que
con este nombre divino ahuyente todo mal
y conceda todo bien.

En Fray Luis de Granada, Conciones in Natali Domini, 1575-6, Obras Completas, t. XXV p. 354, F.U.E., Madrid 2000

Traducción de Ricardo Alarcón

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