lunes, 28 de marzo de 2011

Oración al Espíritu Santo de fray Luis de Granada

¡Oh Espíritu Santo consolador!, que en el día santo de Pentecostés descendiste sobre los Apóstoles, y henchiste aquellos sagrados pechos de caridad, de gracia y de sabiduría, suplícote, Señor, por esta inefable largueza y misericordia hinchas mi ánima de tu gracia, y todas mis entrañas de la dulzura inefable de tu amor.


Ven, ¡oh Espíritu Santísimo!, y envíanos desde el cielo un rayo de tu luz. Ven ¡oh Padre de los pobres!, Ven, dador de las lumbres y lumbre de los corazones. Ven, consolador muy bueno, dulce esposo de las ánimas y dulce refrigerio de ellas. Ven a mí, limpieza de los pecados y médico de las enfermedades. Ven, fortaleza de flacos y remedio de caídos. Ven, maestro de los humildes y destruidor de los soberbios. Ven, singular gloria de los que viven, y salud única de los que mueren. Ven, Dios mío, y aparéjame para ti con la riqueza de tus dones y misericordias. Embriágame con el don de la sabiduría, alúmbrame con el don del entendimiento, rígeme con el don de consejo, confórtame con el don de la fortaleza, enséñame con el don de la ciencia, hiéreme con el don de la piedad, y traspasa mi corazón con el don del temor.


¡Oh, dulcísimo amador de los limpios corazones!, enciende y abrasa todas mis entrañas con aquel suavísimo fuego de tu amor, para que todas ellas así abrasadas sean arrebatadas y llevadas a ti, que eres mi último fin y abismo de todos los bienes. ¡Oh dulcísimo amador de las almas limpias!, pues tú sabes, Señor, que yo de mí ninguna cosa puedo, extiende tu piadosa mano sobre mí, y hazme salir de mí, para que así pueda pasar a ti. Y para esto, Señor, derriba, mortifica, aniquila y deshaz en mí todo lo que quisieres, para que todo me hagas a tu voluntad, para que toda mi vida sea un sacrificio perfecto, que todo se abrase en el fuego de tu amor. ¡Oh quien me diese que a tan grande bien me quisieses admitir!. Mira que a ti suspira esta pobre y miserable criatura tuya día y noche.


Tuvo sed mi ánima de Dios vivo, ¿cuándo vendré y paresceré ante la cara de todas las gracias?.¿Cuándo entraré en el lugar de aquel tabernáculo admirable hasta la casa de mi Dios? ¿Cuándo henchirás mi ánima de alegría con tu divino rostro? ¿Cuando se verá ella harta con tu divina presencia? ¡Oh fuente de resplandores eternos! Tórname, Señor, encerrar en aquel abismo de donde procedí, donde te conozca como tú me conociste, y te ame como tú me amaste, y te vea siempre en compañía de todos los santos. Amén.


Fray Luis de Granada, Doctrina espiritual 1587, Obras Completas,t. XIV  F.U.E. Madrid 1997,  p.161

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