martes, 4 de noviembre de 2014

De la 'Vida' de san Carlos Borromeo

            AL PADRE CARLOS BASCAPÉ
            Lisboa, 20 diciembre 1584

           Reverendísimo señor: Gratia et pax Christi.
        
       No tengo palabras con que dar gracias a vuestra merced por haber tomado tanto trabajo de escribirme tan por extenso la historia del felicísimo tránsito del Ilustrísimo Cardenal (Borromeo), que cierto reina agora en el cielo, porque no lo merecía el mundo. Y tengo por especial providencia de nuestro Señor haberse recogido aquellos diez días para ir a presentarse tan puro y tan purgado ante la presencia del Señor que él tanto amó.
        Yo no quise gozar a solas de esta historia de tanta edificación, sino comuniquéla a los padres de la Compañía y a otras personas muy principales, y a nuestro Príncipe Cardenal y luego al Patriarca de Valencia, que era todo suyo y le había escrito que remitiese algo del rigor de su abstinencia por no acortar la vida, que todo el mundo deseaba que fuese eterno. Yo también me había atrevido a escribirle lo mismo, y agora le tenía escrita una larga carta, cuando me dió el señor colector la triste nueva de su fallecimiento. Y si su antecesor san Ambrosio lloraba cuando le daban cuenta del fallecimiento de algún santo sacerdote, ¡qué lágrimas derramara agora si viviera!.
        ¿Dónde amanecerá en la Iglesia otro lucero tan resplandeciente como éste? ¿Dónde tal celo de las ánimas, tales trabajos, tales sermones, tales ejemplos, tal abstinencia y amor de Cristo?.
        Mas en esta tan grande pérdida no es pequeña consolación lo que vuestra merced promete en el fin de su carta, que es escribir su vida y este su felice tránsito. Porque con esto tendrá toda la cristiandad presente y vivo a este santo pontífice, el cual en vida estaba arrinconado en sola su iglesia. Y como él era tan afamado y tan amado en el mundo, así lo será fructuosísima la historia de su vida por quien tan familiarmente lo trató, y cerró los ojos en su acabamiento. Lo cual debe vuestra merced tener por especial favor de nuestro Señor. Y no se contente con escribirla en ese tan elegante estilo latino que nuestro Señor le dió, sino también en su lengua, para los que no saben latín, que son los más, como lo hizo el padre que escribió primero la vida del padre Ignacio en latín y agora la trasladó en nuestra lengua.
        Y plega a nuestro Señor dar a vuestra merced su espíritu y vida larga para acabar esta obra para edificación del mundo y enmienda de la vida de algunos perlados que tanto se han alejado de este camino.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XIX, F.U.E. Madrid 1998, p. 137-8
     

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