martes, 28 de abril de 2015

Fray Pedro de Córdoba 'Doctrina cristiana para instrucción de los indios'

        Y al hombre dio Dios virtud de engendrar a otro hombre, porque cuando Dios creó al hombre no hizo más de un hombre y una mujer. Porque creó Dios al hombre y a la mujer para que de aquéllos y de los que de ellos descendiesen, se poblasen las sillas y lugares del cielo que los ángeles malos habían perdido, como arriba está dicho. Por eso dio Dios virtud de engendrar a los hombres, para que creciesen y se multiplicasen hasta cumplir el número que era menester para poblar las sillas del cielo que quedaron vacías. Y también porque los hombres mueren, es por esto menester que nazcan otros, porque el mundo no se despueble antes del tiempo que Dios tiene ordenado que se acabe, que será el día del  juicio, como arriba está dicho.
        Y, asimismo, dio Dios virtud a todas las cosas que creó, las cuales mueren y se acaban, para que pudiesen engendrar otras como ellas. Y así creó Dios los primeros árboles y las primeras hierbas, y los primeros peces y los primeros animales. Y les dio Dios virtud para que aquellos pudiesen engendrar a otros como ellos, y así han multiplicado por todo el mundo, y se han sostenido hasta ahora, y durarán hasta el fin del mundo. Y así dio Dios virtud a Adán y a Eva para que engendrasen a otros como ellos, y sus hijos a otros, y los otros a los otros, hasta llegar a este tiempo y hasta el fin del mundo.

PEDRO DE CÓRDOBA, Doctrina cristiana para instrucción de los indios, México 1544 y 1548; en edición de Miguel A. Medina O.P., San Esteban, Salamanca 1987, p. 254

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        Demás de lo dicho, confiesa la fe y religión cristiana la resurrección general de todos los cuerpos. Porque quiere aquel justísimo Juez que así como los buenos con cuerpos y ánimas trabajaron en el servicio de su Criador, ansí en ambos sean galardonados. Y como los malos también con ambas cosas le ofendieron, en ambas sean penitenciados, porque tenga el cuerpo su parte en la pena, pues la tuvo en la culpa, antes él por la mayor parte fue la causa de ella. Ni se puede decir que esto sea imposible a Dios, porque el que de un poco de sangre de una mujer formó nuestro cuerpo en las entrañas de la madre, con todos los miembros y sentidos y órganos que tiene, también lo podrá volver a renovar del polvo y ceniza en que se resolvió, cuando quisiere. Y el que de una pepita de un naranjo crió un árbol, y de un piñoncillo un pino tan grande, y finalmente quien de nada crió este tan grande mundo, mucho más podrá de la tierra, en que el cuerpo muerto se convirtió, volver a rehacerlo.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, Tratado y modo de catequizar a los infieles t. XIII, F.U.E. Madrid 1997, p.456-7

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