Pues en este ejemplo vemos cómo Dios
cumplió su promesa multiplicando aquel pueblo en los tiempos susodichos, mas
después que entrevinieron pecados, vino en esta gran disminución como les
estaba profetizado.
Pues lo mismo
decimos del reino de Cristo, el cual por singular virtud y providencia de Dios,
en medio de la tempestad de las persecuciones se iba de cada vez acrecentando y
extendiendo por todo el mundo, como parece claro por los Martirologios, donde leemos que
en todas las naciones hubo mártires santísimos hasta el tiempo del emperador
Constantino, y así se acabó de henchir la tierra del conocimiento de Cristo. De
lo cual hallamos agora no pequeños indicios en las tierras de los
infieles. Mas después que faltaron las persecuciones, con que los fieles
andaban armados y apercibidos contra la furia de los tiranos, y cresció la
prosperidad, y con ella la ambición, y la envidia, y las delicias, y el
avaricia, raíz de todos los pecados, creciendo los vicios, se fue disminuyendo
la fe, porque éste es el principal azote con que Dios los castiga, como él
mismo lo amenaza en el Apocalipsi, avisando a sus iglesias que se enmienden y
hagan penitencia, so pena que vendrá contra ellas, y les mudará el candelero de
su lugar[1].
Este candelero es la lumbre de la fe, la cual permite nuestro Señor por su
justo juicio que pierdan los que no se aprovechan della. De esta manera en el
evangelio mandó quitar la moneda al que la tenía atada en un trapo, sin
granjear con ella[2]. Y esto
es lo que el mismo Señor dice en el evangelio: Al que tiene, darle han, y al que
no tiene, eso que parece tener, que es la fe y esperanza muerta, le quitarán[3].
Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XIII,
F.U.E. Madrid 1997, p. 434
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