martes, 28 de abril de 2015

La lumbre de la fe

        Pues en este ejemplo vemos cómo Dios cumplió su promesa multiplicando aquel pueblo en los tiempos susodichos, mas después que entrevinieron pecados, vino en esta gran disminución como les estaba profetizado.
        Pues lo mismo decimos del reino de Cristo, el cual por singular virtud y providencia de Dios, en medio de la tempestad de las persecuciones se iba de cada vez acrecentando y extendiendo por todo el mundo, como parece claro por los Martirologios, donde leemos que en todas las naciones hubo mártires santísimos hasta el tiempo del emperador Constantino, y así se acabó de henchir la tierra del conocimiento de Cristo. De  lo cual hallamos agora no pequeños indicios en las tierras de los infieles. Mas después que faltaron las persecuciones, con que los fieles andaban armados y apercibidos contra la furia de los tiranos, y cresció la prosperidad, y con ella la ambición, y la envidia, y las delicias, y el avaricia, raíz de todos los pecados, creciendo los vicios, se fue disminuyendo la fe, porque éste es el principal azote con que Dios los castiga, como él mismo lo amenaza en el Apocalipsi, avisando a sus iglesias que se enmienden y hagan penitencia, so pena que vendrá contra ellas, y les mudará el candelero de su lugar[1]. Este candelero es la lumbre de la fe, la cual permite nuestro Señor por su justo juicio que pierdan los que no se aprovechan della. De esta manera en el evangelio mandó quitar la moneda al que la tenía atada en un trapo, sin granjear con ella[2]. Y esto es lo que el mismo Señor dice en el evangelio: Al que tiene, darle han, y al que no tiene, eso que parece tener, que es la fe y esperanza muerta, le quitarán[3].

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XIII, F.U.E. Madrid 1997, p. 434




[1] Ap 2, 5
[2] Cf. Lc 19, 24
[3] Lc 19, 26

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