miércoles, 18 de mayo de 2016

Su admiración por el Cardenal Borromeo

        Reverendísimo e Ilustrísimo Cardenal: Es tanta la dignidad y belleza de la virtud, que, después de Dios, nada hay más digno, más bello y más divino que el alma que, desarraigada de las cosas terrenas y hollándolas, se entrega por entero al obsequio y amor de Dios, de modo que, muerta al mundo, para Él solo viva, para Él milite, a Él obedezca, en Él ponga siempre los ojos, toda se derrita en su amor y esté día y noche suspensa en su contemplación, a Él encamine su vida y sus actos, y nada piense más que agradarle en todo. La hermosura de un alma así, si la viéramos con los ojos del cuerpo, ¿no nos inflamaría en su amor? Porque ¿quién no admira y ama la hermosura y encanto de la virtud, aun en un enemigo? En toda la maravilla del cosmos, ¿hay algo más hermoso más sublime que la virtud y piedad cristianas? En verdad, ninguna.
        Pues por eso yo, Eminencia, subyugado y complacido por solo el olor de vuestras virtudes, a pesar de la lejanía y de no conocerle de vista, ni haber recibido cartas ni mandatos, ni esperar premio alguno,siendo ya muy entrado en años, no he cejado de admirarle y amarle y elevar al Señor cotidianas plegarias, valgan lo que valgan.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXXII, F.U.E. Madrid 2001, p. 12-13

Traducción, edición y notas de Álvaro Huerga


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