miércoles, 8 de junio de 2016

El gusano que hila la seda



        Porque comenzando por el gusano que hila la seda, ¿no es cosa de grande admiración que un gusanillo tan pequeño hile una hilaza tan sutil y tan prima, que todas las artes y ingenios humanos nunca hasta hoy la hayan podido imitar? ¿No es maravilla haber dado el Criador facultad a este animalillo para dar materia a toda la lozanía del mundo, que es al terciopelo, al tafetán, al damasco, al carmesí altibajo, para vestir los nobles, los grandes señores, los reyes y emperadores, y diferenciarlos con la hermosura de este hábito del otro pueblo menudo?.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. IX, F. U. E., Madrid 1996 p. 187



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Seda en Murcia: siglo VIII

Las fuentes históricas confirman que la llegada de la seda a Occidente se produjo a través de Constantinopla, bajo el mandato de Justiniano, en su empeño por llevar este tejido a todos los confines de su imperio.

En España se cree que se introdujo por el sureste peninsular, pero no fue hasta la llegada de los árabes, en el siglo VIII, cuando se desarrolló su producción, especialmente a partir de la fundación de Murcia.

Desde sus orígenes, las sedas españolas alcanzaron un gran prestigio internacional, destacando entre ellas la murciana, con sus ricas telas Wasy, mezcla de seda y oro.

Existe una laguna documental para los siglos XI, XII y XIII, aunque se tiene constancia de que continuó una importante producción por las referencias a la excelente calidad de los tejidos murcianos.

En la época cristiana, la seda perdió paulatinamente su importancia y en su lugar se desarrolló la ganadería. Sin embargo, en el siglo XIV se plantaron las primeras semillas de moreras blancas, y se produjo un nuevo e importante florecimiento, con un lugar destacado para la huerta de Murcia.

Auge en Murcia: siglo XVII

Dos judíos murcianos expulsados por los Reyes Católicos (Antonio de Grimaldo y Carlos Peralta) fueron los que, al volver de su 'exilio' italiano, importaron las técnicas con las que la industria sedera alcanzó un auge insospechado en la huerta murciana, provocando una avalancha de agricultores que comenzaron a cultivar morera en sus tierras.

Los capullos eran cuidados en el interior de las casas por mujeres y niños a un coste mínimo. Así, se aumentó considerablemente la producción y se extendió el uso del tejido entre las poblaciones más humildes.

Numerosos huertanos intentaban evadir los impuestos por cosechar seda vendiéndola de forma clandestina, por lo que en 1610 se terminó de construir un edificio denominado Contraste de la Seda, situado en la plaza de Santa Catalina de Murcia. Su objetivo era pesar y controlar la producción cosechada anualmente, aunque no se consiguieron frenar estas actividades clandestinas.

A comienzos del siglo XVI se generalizó la costumbre de dar limosnas a la Iglesia en forma de capullos de seda, gracias a los cuales se emprendieron grandes obras humanitarias y arquitectónicas, como el Seminario de San Fulgencio o el Puente Viejo de Murcia durante el siglo XVIII..

Durante el S.XVII se desarrolló principalmente en Murcia una importante actividad artesanal en torno a la seda: torcedores, tejedores, cordoneros, toqueros, pasamaneros y tintoreros habitaban en el casco urbano y principalmente en los barrios de San Antolín, San Andrés y San Miguel.

El centro de negocio de la seda estaba instalado en el núcleo urbano, principalmente en la plaza Santa Catalina, donde se reunían periódicamente mercaderes, corredores y productores de seda para cerrar los tratos comerciales.

Publicado por: 'Región de Murcia Digital'

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