jueves, 22 de junio de 2017

El verdadero orador

           El aspecto emocional y espiritual -espíritu divino, divino fervor- constituye un elemento esencial en la configuración de la idea que tiene el padre Granada del predicador verdadero.
           ¿Para qué entonces las reglas, la normativa, toda esa profusa y prolija Retórica que escribe el propio fray Luis? El padre Granada no es un voluntarista, ni se deja impresionar por la exaltación enfermiza del sentimiento o la falsa y alegre belleza descriptiva. Su sensatez, experiencia vivida y profundidad espiritual hará, con sus consejos y normativas de la Retórica, que estas encuentren su lugar adecuado. Las reglas de la retórica no pueden ser un obstáculo ni constituir una dificultad para el objetivo que se persigue; para ello han de trascenderse a sí mismas, de ahí que se precise la experiencia personal y la obligada limitación de su uso. Fray Luis clarifica con fina matización una vez más este problema: cuando el ánimo, con la costumbre y el ejercicio, se ha adaptado a las reglas, dentro de ellas, se mueve con entero desenfado y libertad. La inspiración no se violenta con la normativa; al contrario, canaliza su fuerza y virtualidad.
          Ni el auténtico escritor, ni el verdadero orador se improvisan. Esta empresa es ardua y exige un largo ejercicio. Fray Luis pasará a dar unos elementales, pero sapientísimos consejos, a los jóvenes predicadores. El orador -dirá fray Luis- trazará, al principio, las grandes líneas de su discurso. Luego irá dando contenido y forma a sus ideas a lo que debe añadirse obligadamente la inspiración y fuerza interior.

Urbano Alonso del Campo, Vida y obra de fray Luis de Granada, S. Esteban 2005, p. 287

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