sábado, 3 de junio de 2017

Perdonadnos nuestras deudas

        Y pues vos, Señor, recibísteis ya tan grande satisfacción de nuestras deudas con la sangre de vuestro Hijo, y nos mandáis pedir este perdón, perdonadnos todas nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a nuestros ofensores.  ¡Oh dichosa ofensa, oh bienaventurada deuda, la cual después de perdonada merece ser alegada en el juicio de Dios para nuestro perdón!
        Por lo cual no nos debíamos entristecer cuando los hombres nos ofenden, persiguen y hacen todo mal, antes nos debíamos alegrar y desear las tales cosas, porque perdonando estas ofensas, más fácilmente podemos alcanzar perdón. Y no hay que dudar sino que esta alegación que aquí nos enseña nuestro mismo juez y abogado, debe ser de gran precio delante de él. Por lo cual de buena grana sufría el rey David los denuestos y injurias de Semeí que le maldecía, porque entendía cuánto esto le valía para reconciliarse con Dios.    

 Fray Luis de Granada, Obras Completas t. V, F.U.E. Madrid 1995, p. 385

Transcripción del texto portugués de José Luis de Almeida Monteiro; Traducción al español de Justo Cuervo


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