jueves, 22 de mayo de 2014

La oración es mirar a Dios

Además de esto, tiene también la oración por oficio mirar a Dios, lo cual es una cosa que en gran manera ennoblece y perfecciona los ojos de quien la mira. Porque, como dice Aristóteles, una de las principales diferencias que hay entre las cosas sensibles y las inteligibles, es que las sensibles, cuando son muy excelentes, corrompen los sentidos que las reciben, como lo hace una grande y súbita luz que ciega los ojos, y un gran sonido que atruena los oídos. Mas, por el contrario, las cosas inteligibles, cuanto son más excelentes, tanto más perfeccionan el entendimiento que las mira, el cual así como se hace ratero y vil pensando en cosas bajas y viles, así, por el contrario, se ennoblece y perfecciona cuando piensa en cosas altas y excelentes, especialmente cuando piensa en Dios, que es la más excelente de todas las cosas. Por donde no es de maravillar que la oración sea tanta parte para ennoblecer las ánimas, pues tiene por oficio poner los ojos en Aquél cuya vista y contemplación es toda nuestra nobleza y perfección. Sensiblemente se ve que cuando mira el hombre en una cosa agradable a los ojos, como es un prado verde y florido, o un espejo de acero, se alegra y fortifica la vista. Pues ¿qué será mirar aquel espejo sin mancilla de la majestad de Dios, que tanta virtud tiene para alegrar y fortificar los ojos de quien le mira?.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. I, F.U.E. Madrid 1998, p. 606-7

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