jueves, 6 de junio de 2013

Las legumbres

Debajo de este nombre de yerba se entienden no solamente las mieses, de que ahora acabamos de tratar, sino también muchas diferencias de legumbres criadas para ayuda de nuestro mantenimiento, de las cuales unas se guardan secas para todo el año y otras de que luego nos servimos cuando han crecido. Y de éstas, unas se crían debajo de la tierra, y otras encima de ella. Y entre éstas entran las que crían dentro de sí pepitas, que después sirven de semilla para volver a nacer, entre las cuales se cuentan aquellas por quien suspiraban los hijos de Israel en el desierto.
Y en esto se ve la providencia de aquel soberano Gobernador, el cual, así como crió frutas frescas acomodadas al tiempo del estío, para refrigerio de nuestros cuerpos, así también crió legumbres proporcionadas a la cualidad de este mismo tiempo.
De modo que no contento con la provisión de tantas carnes de animales, de peces, de aves, de árboles frutales y de mieses abundosas, acrecentó también esta providencia de legumbres, para que ningún linaje de mantenimiento faltase a los hombres, que tan mal saben agradecerlo, pues aprovechándose del beneficio, no saben levantar los ojos a mirar las manos del que lo da, no sólo a los buenos, sino también a los malos, por amor de los buenos, así como proveyendo a los hombres no se olvidó de los animales por amor de los hombres.
Lo cual no calló el Profeta cuando dijo que el Señor producía en los montes heno y yerba para el servicio de los hombres. Y dice de los hombres porque, aunque no sea éste su mantenimiento, es lo de los criados que están diputados para su servicio que son los brutos animales.


Fray Luis de Granada, Canto a la naturaleza; Introducción y selección de textos de Urbano Alonso del Campo O. P., Universidad de Granada, Granada 1991, p. 47-8

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