domingo, 13 de octubre de 2013

Los mártires, frutos del árbol de la Cruz

        Una de las mayores glorias y testimonios que tiene la religión cristiana es haber sido fundada y testificada con la sangre de tantos mártires; y no hay que dudar sino que todos ellos cobraron grande esfuerzo con el ejemplo y virtud del la santa Cruz.
Porque dado caso que todos cuantos santos ha habido en el mundo, como ya dijimos, sean frutos de este árbol, porque por esto se escribe que el Cordero celestial fue sacrificado dende el principio del mundo, porque dende entonces comenzó a obrar el mérito de él en todos los justos, mas particularmente los santos mártires fueron la fruta más propia y más sazonada de este árbol, porque no sólo abrazaron la Cruz de Cristo con la mortificación de su carne, sino también con la muerte del cuerpo y con la sangre que derramaron por la gloria del Señor que por ellos derramó la suya. Ca es cierto que el mayor esfuerzo que los mártires tuvieron en sus batallas fue poner los ojos en aquel altísimo Hijo de Dios puesto en la Cruz, padeciendo en su delicadísimo cuerpo y ánima los mayores dolores que jamás se padecieron, no por sí, sino por ellos. Porque con esta consideración, con este ejemplo y con la fe viva de este misterio, muy alegre y esforzadamente se ofrecían a todos los tormentos que la crueldad ingeniosa de los tiranos y el furor y rabia de los demonios podían inventar, y con este socorro salían de todo esto vencedores.
         Y por esta causa quiso este fuertísimo alférez que interviniesen en  su sagrada pasión tantas maneras de escarnios, de vituperios, de azotes, espinas, bofetadas, desnudez, y desamparo de sus discípulos, y discursos de unos jueces a otros, y de tribunales a tribunales, porque para todas las diferencias de tormentos que los mártires padecían, hallasen en él ejemplos de paciencia para los suyos.
         Porque es cierto que así como la mayor gloria que tiene la Iglesia, son las victorias de los mártires, que con su sangre la defendieron y fundaron, así uno de los principales respectos que el autor de nuestra salud tuvo en su pasión, fue dejar a los mártires ejemplos de padecer, y merecerles fortaleza para padecer.
         Sabía él también que la mayor gloria que los hombres podían dar a Dios era serle tan leales y fieles, que antes quisiesen ser despedazados, arrastrados y atormentados con todos los tormentos que en un cuerpo humano se pueden ejecutar, que perder un punto de la obediencia y lealtad que le debían. Porque en todo el caudal de la naturaleza humana, aunque sea ayudada y fortalecida con todos los socorros de la gracia, no se halla otro mayor sacrificio que la criatura pueda ofrecer a su Criador, que éste. Por lo cual no sin grande causa se ofreció el Salvador a tales tormentos por aliviar con ellos los de estos fuertes guerreros.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XI, F.U.E. Madrid 1996, p. 151-2

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