jueves, 3 de octubre de 2013

Sermones de santos: san Francisco de Asís I

         4º. La pobreza profesada con ese espíritu pone al hombre en comunión con Dios por una fe firme y una esperanza cierta de que el Señor le hará llegar las cosas necesarias para la vida de cada día. Y cuando las recibe, siente que se le esponja el corazón en acción de gracias al Señor, dador de sus dones. En la iglesia primitiva los cristianos prorrumpían en alabanzas a Dios, según aconseja y testifica el Apóstol: El que da la simiente al que siembra y el pan para comer, acrecentará los frutos de vuestra justicia. Este servicio no sólo remedia la escasez de los santos, sino que se desborda en múltiples acciones de gracias a Dios[1].
         5º. Y porque el Señor, padre de los pobres los provee cuando les faltan los socorros humanos, este auxilio aumenta la fe, la esperanza y la caridad en los que reciben el auxilio en tiempo de necesidades y confían que jamás les faltará en el futuro. Los beneficios pasados son augurios de beneficios venideros. Tenemos ejemplo en la vida de san Francisco. Iba él con varios compañeros a Espoleto, después de haber sido confirmada la regla de la pobreza; cansados del caminar, se detuvieron a descansar un poco, y a comer un bocado. Pero no tenían ni un pedazo de pan. En esto, llegó un hombre con un pan en la mano, se lo regaló, y desapareció. Comprendieron de dónde les vino el socorro, y dieron gracias y alabanzas a Dios, que tan admirablemente aprobaba y socorría la santa pobreza que habían profesado.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XLIV, F.U.E. Madrid 2004, p. 32-3





[1] Co II 9, 12-13

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