jueves, 16 de octubre de 2014

La 'Humanidad' de Cristo en santa Teresa

        Esto de apartarse de lo corpóreo bueno debe ser, cierto, pues gente tan espiritual lo dice; mas, a mi parecer, ha de ser estando el alma muy aprovechada, porque hasta esto, está claro, se ha de buscar el Criador por las criaturas. Todo es como la merced el Señor hace a cada alma; en eso no me entremeto. Lo que querría dar a entender es que no ha de entrar en esta cuenta la sacratísima Humanidad de Cristo. Y entiéndase bien este punto que querría saberme declarar.
        Cuando Dios quiere suspender todas las potencias, como en los modos de oración que quedan dichos hemos visto, claro está que, anque no queramos, se quita esta presencia, entonces vaya enhorabuena; dichosa tal pérdida que es para gozar más de lo que nos parece se pierde, porque entonces se emplea el alma toda en amar a quien el entendimiento ha trabajado conocer, y ama lo que no comprendió y goza de lo que no pudiera tan bien gozar si no fuera perdiéndose a sí, para, como digo, más ganarse. Mas, que nosotros de maña y con cuidado nos acostumbremos a no procurar con todas nuestras fuerzas traer siempre (y pluguiese a el Señor fuese siempre) esta sacratísima Humanidad, esto digo que no me parece bien y que es andar el alma en el aire, como dicen, porque parece no tray arrimo, por mucho que le parece anda llena de Dios. Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano, que éste es el otro inconveniente que digo hay. El primero, ya comencé a decir es un poco de falta de humildad, de quererse levantar el alma hasta que el Señor la levante, y no contentarse con meditar cosa tan preciosa, y querer ser María antes que haya trabajado con Marta. Cuando el Señor quiere que lo sea desde el primer día, no hay que temer; mas comidámonos nosotros, como ya creo otra vez he dicho. Esta motita de poca humildad, aunque no parece es nada, para querer aprovechar en la contemplación hace mucho daño.
        Tornando al segundo punto, nosotros no somos ángeles, sino tenemos cuerpo. Queremos hacer ángeles estando en la tierra (¡y tan en la tierra como yo estaba!) es desatino, sino que ha menester tener arrimo el pensamiento para lo ordinario, ya que algunas veces el alma salga de sí u ande muchas tan llena de Dios, que no haya menester cosa criada para recogerla. Esto no es tan ordinario, que en quietud, y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía; y habiendo costumbre, es muy fácil hallarle cabe sí, anque veces vernán que lo uno ni lo otro se pueda. Para esto es bien lo que ya he dicho: no nos mostrar a procurar consolaciones de espíritu, venga lo que viniere, abrazado con la cruz es gran cosa. Desierto quedó este Señor de toda consolación; solo le dejaron en los trabajos. No le dejemos nosotros, que, para más subir, Él nos dará mijor la mano que nuestra diligencia y se ausentará cuando viere que conviene y que quiere el Señor sacar el alma de sí como he dicho.

SANTA TERESA DE JESÚS, La vida. Las Moradas, ed. Planeta, Barcelona 1989 p. 126-7

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        Mas para remedio de este mal la sabiduría venció la malicia, proveyéndonos de otra mujer por esa mujer, de una humilde por ésa soberbia, la cual en lugar del fruto de muerte nos dé manjar de vida. Por tanto muda ya, hombre las palabras de esa excusa en palabras de alabanza y hacimiento de gracias, y di: Señor, la mujer que agora me diste llena de gracia, me dió un bendito fruto de vida, y comí de él: el cual me fue más dulce que la miel, porque por él me diste vida. El fruto del árbol nos engañó, y el fruto de María nos redimió, y así la maldición que nos vino por Eva, se mudó en bendición por María (S. BERNARDO Super 'missus est', hom. 2, 13: PL 183, 67). Hasta aquí son palabras de sant Bernardo. A las cuales añade Anselmo haber sido cosa convenientísima que como el pecado y la muerte comenzaron de una mujer, así la justicia y la vida comenzasen por otra, y el demonio que se gloriaba y triunfaba de que por medio de una mujer destruyó el mundo, agora quedase confundido, viendo que por otra se reparaba el mundo, y por aquí cobrase esperanza el linaje de las mujeres que tendría compañía entre los coros de los ángeles y de los santos, pues por medio de una mujer vino tanto bien al mundo (S. ANSELMO, Cur Deus homo, Cap. 3: PL 158, 364).

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. VIII, F.U.E. Madrid 1995 p. 20-1
     

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