viernes, 13 de noviembre de 2015

El hombre, explorador del Universo

         Entre 1801 y 1868 se desarrolló la batalla del hombre fósil; hasta fines del siglo XVIII se decía que ningún hombre había podido ser contemporáneo de los animales desaparecidos (rinocerontes, mamuts, etc.). Luego se admitió, pero se afirmaba que esos hombres no podían ser antepasados nuestros: eran antediluvianos. Finalmente, tras una dura lucha, se llegó a probar que el hombre actual es descendiente directo de los hombres fósiles prehistóricos, que vivieron en la era cuaternaria al mismo tiempo que esos grandes mamíferos desaparecidos.
        Pero ¿cuándo? El director del Museo de Copenhague, C. J. Thomsen, sucesor de Neyrup, el año 1836 ordenaba las piezas del museo en tres edades: de piedra, de bronce y de hierro. Luego se dividiría la primera en dos (paleolítico y neolítico: según que las piedras estuvieran sólo talladas o ya pulimentadas). Morlot y Gilliéron deducían que en Suiza el neolítico había comenzado hacía unos 6.000 ó 7.000 años, mientras Horner calculaba que en Egipto dicho período había empezado 13.000 años antes: no era nada fácil la datación.
        ¿Y el paleolítico? Sir Lyell atribuía a los depósitos del Somme una antigüedad de no menos de 100.000 años y al período glacial del cuaternario, 220.000 años. Alguien asignaba sólo 20.000 años al paleolítico, en tanto que Gabriel de Mortillet calculaba el comienzo de la primitiva edad de piedra en unos 230.000 ó 240.000 años. No estaban en condiciones de determinarlo: la geocronología es un producto del siglo actual y el método del C-14 sólo se remonta a unos decenios. Pero no había dudas de que el hombre era mucho más antiguo de lo que se había supuesto.

LUIS LÓPEZ DE LAS HERAS, El hombre explorador del Universo, ed. Instituto de Filosofía, Madrid 1985  p. 29-30




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        Fray Luis no toma de Valverde sino los pormenores anatómicos que cree pertinentes a su propósito; no quiere alardear de erudición antómica ni abrumar a sus lectores con mil detalles menudos. De ahí que se conforme con añadir a su somera descripción del sistema nervioso central algunos datos sobre la médula, el sistema emunctorio del cerebro, los ventrículos y los nervios espinales. Ve Fray Luis en la médula espinal, siguiendo a Galeno y Valverde, una continuación homogénea de la sustancia cerebral o masa de los sesos: esta masa -escribe- corre por todo el espinazo, cercada de muy duros huesos, que la defienden, como a los (sesos) de la cabeza el casco; y asimismo va también ella envuelta con aquellas dos túnicas o camisas que dijimos tener en los sesos, que son la dura madre y la pía madre que está junto a ella. Aquí desconoce nuestro curioso de la Anatomía que su mentor Valverde, con palabras que traducen otras de Galeno, describe una tercera envoltura de la médula: una particular tela nerviosa y dura, que está debaxo de las sobredichas (Valverde, Historia de la composición del cuerpo humano, ed. de Roma MDLVI, VII VIIII, fol 101 r.).

Pedro Laín Entralgo, La Antropología en la obra de Fray Luis de Granada, C.S.I.C., Madrid 1988  p. 178-9

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