jueves, 12 de noviembre de 2015

Escuchadle, (Mt 17, 4)

        Cuando aún estaban hablando, una nube luminosa los cubrió, y se oyó una voz desde la nube que decía: Este es mi hijo predilecto, en quien me he complacido: escuchadle (Mt 17, 4). Es como si dijera: Este es mi hijo, no adoptivo, sino propio, no creado de otra parte sino engendrado de mí, el cual no apeteció como rapiña la igualdad que tiene conmigo, sino que permaneciendo en la forma de mi gloria, bajó hasta la forma servil la deidad incomunicable en la ejecución del consejo común, para la reparación del género humano. En este único Hijo, pues, me he complacido. Por tanto, todo el que desea agradarme a mí, hágase uno con él por la fe y la caridad, para de ese modo complacerme a mí en él y con él. Y escuchad al que abre el camino para el cielo, al que por el suplicio de la cruz os prepara una escala de subida al reino. Escuchadle a él que es el camino, la verdad y la vida, que es mi palabra y sabiduría. Oídle, pues, a él, no las voces del mundo, no los engaños de la antigua serpiente, no las seducciones de la carne, no, finalmente, las voces de los fariseos, que lo llaman seductor y malhechor. Contra estas voces sacrílegas oponed el testimonio de mi voz, y el resplandor de su rostro, y la aprobación de Moisés y Elías, y, finalmente, todos sus milagros que visteis.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XXIX, F.U.E. Madrid 2001, p. 30-33

Transcripción y traducción de Donato González-Reviriego

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