lunes, 9 de noviembre de 2015

El Descubrimiento de América



Emilio Castelar, Historia del Descubrimiento de América, Rivadeneyra, Madrid 1892, p. 209-211.
www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/consulta/registro.cmd?id

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LUIS SARRIÁ

        1504 y en Granada, España se halla en el alba de su siglo de oro. La flor de los capitanes, Gonzalo de Córdoba, García de Paredes, Leiva, Próspero Colona -con el brillo de su espada- hacen temible el nombre español a orillas del Garellano y en la plaza de Gaeta. Veinte mil ducados daría yo -apostilla, fanfarrón, el general frances Termonille- por encontrarme al Gran Capitán en el campo de Viterbo.
        El duque de Nemours hubiera dado doble por no encontrarle en Ceriñola, replica, irónico y digno, el embajador español Lorenzo Suárez de la Vega.
        Colón, en el crepúsculo de su aventura -morirá en Valladolid el 1506-, dilata en las tierras transmarinas los dominios de Castilla. El pendón castellano ondea -desde hace doce años- al viento cristiano en las torres de Granada. En Gante, acunado por duras canciones de guerra, crece un tierno infante llamado a los más altos destinos: Carlos V. España es la primera potencia de Europa.
        Pero este año 1504, año de gloria, es también para Castilla fecha de luto. En el castillo de la Mota, 26 de noviembre, a los cincuenta y cuatro años de edad y treinta de su reinado, se apaga la luz inmensa de Isabel de Castilla, madre de España. Un suntuoso cortejo doliente conduce, entre la veneración respetuosa y el silencio congelado de las muchedumbres, sus despojos mortales por las calles granadinas, en una tarde del 18 de diciembre, hacia el bien ganado reposo del convento de San Francisco.
        En esta misma fecha de 1504, y en Granada, nace a la vida terrena, que en él ha de ser derecho caminar hacia la celeste, Luis Sarriá. Su padre, Francisco Sarriá, de la villa gallega del mismo nombre, había llegado, tras la espada reconquistadora, a la ciudad ya bautizada. Su madre, una modesta lavandera. Ignoramos hasta el nombre.

Fray Luis de Granada, Obra Selecta; prólogo de D. Díez de Triana, B.A.C., Madrid 1947, p. XXVII

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