sábado, 23 de marzo de 2013

Aquel que cambió el agua en vino


La ley era, efectivamente, estéril, que tenía la letra que mataba y no el espíritu que vivificaba; y por eso, el Apóstol dice que la ley no condujo ninguna cosa a perfección[1]. Porque aún no había concebido más plenamente del Espíritu Santo, para dar hijos espirituales; puesto que aún no se había comunicado el Espíritu, porque Jesús todavía no estaba en su gloria[2]. Sin embargo, estaba grávida de Cristo, porque en las leyes y en los sacrificios y en las diversas figuras tenía a Cristo Señor encerrado dentro de sí. Viniendo Cristo Señor fecundó esta ley estéril con un nuevo parto, y conmutó su esterilidad en fecundidad. Porque aquel que cambió el agua en vino[3], con lo que quiso significar que él con su venida había de convertir la letra fría de la ley en el vino espiritual de la gracia divina, él también, cuando con su venida concedió la fecundidad a una mujer estéril, trasladó la letra estéril de la ley en la gracia del evangelio.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  XLI, F.U.E. Madrid 2004, p. 182-83

Traducción Donato González-Reviriego



[1] Hb 7, 19
[2] Jn 7, 39
[3] Jn 2, 7-8

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