domingo, 24 de marzo de 2013

Porque no saben lo que hacen I

Supuesto este fundamento, procede la fuerza de esta consideración como este padre (Juan de Ávila) la escribió a un señor exhortándole al dolor y arrepentimiento de los pecados, por estas palabras:

Y si v. s. pregunta : ¿qué pensaré para que me de gana de llorar por mis pecados?, dígole yo que lo principal sea que, por lo que él hizo, mataron a su Padre, que es Cristo. No sé yo qué hijo habría que, por una cosa que hubiese hecho, viniese tanto mal a su padre que le quitasen la hacienda y la casa y la ropa, dejándole desnudo en camisa, y después le deshonrasen y disfamasen con extremo abatimiento, y no parase en esto el negocio, mas le azotasen y atormentasen y después matasen, y todo esto por lo que el hijo hizo. No sería el hijo tan malo, por malo que fuese, que no le apenase en el corazón lo que había hecho, pues pudiera ligeramente excusar donde tanto mal le vino a su padre.
Dígame, señor, ¿quién empobreció a Cristo? ¿Quién lo deshonró? ¿Quién lo azotó? ¿Quién lo coronó y crucificó? ¿Por ventura hízolo otro que nuestro pecado? Yo le afligí y entristecí con mis malos placeres, yo le deshonré por ensalzarme malamente; los deleites que yo en mi cuerpo tomé, pararon tal a Él su cuerpo atado a una columna; y porque yo quise vivir vida mala, perdió Él su vida buena. Pues, ¿cómo tenemos alegría, habiéndose hecho tan mala obra a quien tantas buenas nos hizo? ¿Por qué toda criatura no había de vengar los males que contra el Criador hicimos? No se puede echar, señor, más carga ni mayor sobre nuestros hombros para hacernos llorar y aborrecer los pecados que decimos que padeció Cristo por ellos lo que padeció. No hay cosa que así nos humille y nos haga estimar en poco, como saber que fuimos causa de la muerte de nuestro Señor. ¡Oh, quién lo supiera antes que hubiera pecado, para morir antes que pecar!.
Pensábase el hijuelo que no hacía nada en lo que hacía. Después vino a pesar tanto, que el mismo Dios se puso en la cruz por el contrapeso que el pecado hacía. ¿Cómo podemos mirar al Padre que nosotros pusimos por nuestras locuras en tan grandes trabajos? ¿Y cómo este Padre nos quiere mirar y no nos aborrece como a deshonradores de Él y verdaderos parricidas, y que merecen, no cualesquier tormentos, mas muy crueles? ¡Oh divinal Bondad, y hasta dónde llegas! Espantémonos que estando en la cruz rogaste por quien en ella te puso y deseaste el bien de quien tantos males te hacía. Yo digo que no sólo con éstos te mostraste benigno, mas con todos los del mundo hiciste lo que con aquéllos. Porque, si por todos los que te crucificaron rogaste, todos te crucificamos; y aquellos pocos y todos te debemos aquella oración; y quizá algunos más que los ignorantes sayones que presentes allí estaban crucificándote. Todos, Señor, conspiramos en tu muerte, y a todos conviene lo que dices, que no saben lo que hacen[1]. ¿Quién señor, tan mal te quisiera, que si supiera que el fruto de sus malos placeres tan caros habían de costar a tu Real Majestad, no reventara antes de ponerte en aprieto tan grande? Perdona, Señor, perdona, que no supimos lo que hicimos. ¡Y agora que nos lo has declarado, enseñándonos en su santa Iglesia que por los pecados moriste, y que lo que burlando yo hice, Tú lo pagas tan de veras, con todo eso, a sabiendas, reiteramos la causa de tu muerte penosa!.
No es razón, Señor, que queramos bien a quien a nuestro Padre mató, y pues los pecados le mataron, aborrecellos tenemos si amamos a Ti, David dice: Los que amáis al Señor, aborreced la maldad[2]. Y tiene razón; porque pecado y Dios, bandos son contrarios, y es imposible contentar a entrambos…[3].

Hasta aquí son palabras de la carta, en las cuales hallará el verdadero penitente un poderoso motivo para aborrecer el pecado y tener entrañable dolor de él.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  XVI, F.U.E. Madrid 1997, p. 49-51



[1] Lc 23, 34
[2] Sal 96, 10
[3] JUAN DE ÁVILA, Carta 13 ª,Obras I, pp 358-360


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