lunes, 25 de marzo de 2013

Porque no saben lo que hacen II

Y si todo esto no basta para doblar tu corazón, al menos considera el ejemplo de aquel Señor que estando en la cruz extendido en aquel madero, atravesado con clavos, coronado con espinas, abiertas las espaldas con azotes y hecho un piélago de dolores, y a todo esto la madre inocentísima presente, la primera palabra que habló, la primera voz que aquel tan cansado pecho arrancó, fue: Padre, perdona a éstos, que no saben lo que hacen[1].
Pues ¿qué mayor desconocimiento, qué mayor ingratitud que dejar pasar en vano un tal ejemplo de amor y de perdón como éste, y hacer que sea sin fruto para nosotros lo que Dios tan encarecidamente con su ejemplo nos encomendó?
Esto es, hermano mío, lo que has de considerar en tus injurias, y así se te harán tan dulces que vengas a hallar miel en la boca del león[2], que es, en la mala obra de tu contrario, y así de lo que comía saldrá manjar y fuerte dulcedumbre; de manera que lo que tomado por una parte te daba tormento, tomado por ésta te dará refrigerio.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t.  XX, F.U.E. Madrid 1998, p. 280-1

Transcripción del texto portugués de José Luis de Almeida Monteiro
Traducción al español de Justo Cuervo



[1] Lc 23, 34
[2] Cf. Jc 14, 18

No hay comentarios:

Publicar un comentario