lunes, 30 de septiembre de 2013

Del ministerio de los Ángeles

También corresponde al cuidado de estos bienaventurados espíritus presentar al Señor común nuestras oraciones y limosnas, y nuestras obras piadosas. Esto significó bastante claramente el ángel Rafael a Tobías, cuando le dijo: Cuando tú orabas con lágrimas, y enterrabas a los muertos, y te levantabas de la mesa a medio comer, y escondías de día los cadáveres en tu casa, y los enterrabas de noche, yo presentaba al Señor tus oraciones[1]. Y de este ministerio de los ángeles dice Juan así en el Apocalipsis: Vino otro ángel, y púsose ante el altar con su incensario de oro, colocado ante el trono de Dios. Y el humo de los perfumes encendidos de las oraciones de los santos subió por la mano del ángel al acatamiento de Dios[2].
         Así pues, entendiendo estos bienaventurados espíritus que los deseos y oraciones de los justos son muy agradables a Dios, asisten gustosos a los que oran y meditan, para tener qué ofrecer por nosotros a su Creador. De ahí aquello del Cantar de los Cantares: Oh tú la que moras en los huertos, los amigos están escuchando, hazme oír tu voz[3]. Es la voz del Esposo celestial a la Esposa amantísima, que habita en los amenísimos jardines de las Escrituras, que se apacienta en la contemplación de los misterios divinos; a la que rodean los ángeles, alegrándose de su compañía, y saltando de gozo al oír los cánticos devotos de su oración y alabanzas. ¿Pues qué? ¿Acaso no cantan ellos mucho más dulce y suavemente? Cantan ciertamente; pero así como los hombres se deleitan con el gorjeo del ruiseñor y de otras semejantes aves canoras, no obstante que el órgano de la voz humana es más agradable y deleitoso; así aquellos bienaventurados espíritus se deleitan sobremanera en las oraciones y alabanzas divinas que canta la voz del hombre, aunque ellos canten mucho más dulce y suavemente.
       Pues de estos modos y de muchos otros, que sería largo enumerar, aquellos bienaventurados espíritus tienen cuidado solícito de nosotros.


                                       
San Rafael y Tobías en la Catedral de Murcia


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XLIII, F.U.E. Madrid 2004, p. 334-5

Traducción de Donato González-Reviriego





[1] Tb 12, 12
[2] Ap 8, 3, 4
[3] Ct 8, 13

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