lunes, 30 de septiembre de 2013

La felicidad y bienaventuranza del hombre

Y el Creador de la naturaleza infundió en el alma humana un deseo ardentísimo de esta bienaventuranza. Porque todos por instigación de la naturaleza deseamos llegar a aquel estado en que alcancemos esta tranquilidad y paz de ánimo, en la cual no deseemos nada más que lo que tengamos. Este es, pues, el estado perfectísimo y fin último de la vida humana, que todos los hombres, como dicen los filósofos, aman con amor infinito; porque lo aman no por alguna otra cosa, sino por sí mismo. Porque así como los médicos recetan a los enfermos las medicinas en la medida que  requiere la necesidad de la salud, y quieren dar la salud sin ninguna medida; pues dan la mayor que pueden, así nosotros las cosas que nos ayudan para este fin, las tomamos en la medida  en que nos conducen a la consecución del fin, y deseamos sin medida alguna el fin mismo, esto es, la felicidad y bienaventuranza, porque deseamos ésta por ella misma, y no la ordenamos a ninguna otra cosa. Por esto, pues, la razón del último fin pide que todas las cosas se ordenen a él, y que él no se ordene a ninguna otra cosa. En él, pues, descansa plenísimamente la mente del hombre, ya que de otra suerte no sería el fin último. Por tanto, este fin tan grande, y el amor y deseo de la bienaventuranza hace, que los hombres no emprendan ninguna otra cosa en la vida y nada busquen, a no ser aquello que los conduce a este puerto común de la felicidad humana. Esto no obstante, es sorprendente cuánto se desvían del recto camino. Porque así como los hombres por impulso de la naturaleza, son incitados al culto y veneración del Dios sumo, rector y gobernador de todas las cosas; e ignorando quién es el Dios verdadero, unos pensando que es el sol, otros la luna o los demás astros celestes, les rindieron honores divinos; así excitando la misma naturaleza a los hombres al deseo de esta felicidad, e ignorando en qué se halle dicha felicidad, uno pensando que consiste en las riquezas, otro en los placeres, otro en los honores, otro en el favor de los príncipes, otro en la ciencia, otro, finalmente, en la virtud, buscan con gran ansiedad todas estas cosas por tierra y por mar, juzgando que serán felices, si llegan a conseguirla.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XLIII, F.U.E. Madrid 2004, p. 382-3


Traducción de Donato González-Reviriego

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