Lo
mismo que la ley divina resulta pesada y amarga a los sentimientos ímprobos y
corruptos, así por el contrario, es la más dulce y ligera para las almas
limpias. De ahí que el profeta diga de los preceptos de la ley divina: que son más deseables que el oro y que una
piedra muy preciosa, y más dulces que un panal de miel (Ps 118, 11). Parecido a esto es
también aquel pasaje: En el camino de tu
ley me deleité como con todas las riquezas (Ps 118, 14). Igualmente aquel pasaje: ¡Cómo amo tu ley, Señor! Medito en ella todo
el día (Ps 118, 97). Pues el amor por la cosa amada ocasiona el pensamiento constante en
ella; y, sin duda, el pensamiento constante es una prueba de amor ardiente.
Pues donde está el tesoro del amor, allí está el pensamiento del corazón. De
donde san Fulgencio dice: Entiende el
pensamiento por el amor, y el amor por el pensamiento constante (Sermones, 1: PL 65, 723).
Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XLIX, F.U.E., Madrid 2006, p. 32-33
Transcripción, traducción y notas de José Jaime Peláez
Berbell
No hay comentarios:
Publicar un comentario