Dos
hombres aventajados de la Iglesia que, convivieron la primera mitad del XVI,
cuyos calificativos aclaran su “currículum”. A ambos los unió Granada, a la que
amaron apasionadamente, acabando por honrarla, fray Luis pregonándola para
siempre con la adopción de su mismo nombre, Juan de Dios realizando en ella su
obra de misericordia. Granada tenía otros títulos que la inmortalizaran, pero
estos dos seguidores de Cristo la universalizaron dentro del Catolicismo.
Los enlazó la solicitud pastoral del
admirado apóstol de Andalucía, maestro en el profundo discernimiento de espíritus,
Juan de Ávila, al que tanto debieron los dos.
Los hermanó Portugal, donde nace Juan
de Dios. El insigne dominico pasa a Portugal en la que entre glorias y cruces
vivirá sus tres últimas décadas.
Pero sobre todo los une la causa del Evangelio, que traspasa
fronteras. Tienen un solo ideal, Jesucristo, a quien siguen fielmente, con la
palabra escrita fray Luis, con las obras de misericordia Juan de Dios.
En 1585 aparecía la vida de Juan de
Dios, escrita por Francisco Castro, de ella dice fray Luis, en la Vida de Juan de Ávila:
Al fin de todos estos llamamientos pondré el de Juan de Dios, del cual había mucho que decir si no estuviera escritpta su vida, y muy bien escripta[1].
Tomado de: Matías
de Mina, San Juan de Dios y Fray Luis de Granada, en Actas del Congreso
Internacional en Granada Sep. 1988, ed. Universidad de Granada, 1993 p. 91-3
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