martes, 4 de marzo de 2014

Carta de Euquerio


Pues ya levanta los ojos, y del piélago de los negocios en que estás engolfado, mira a a playa de nuestra profesión, y endereza a ella la proa. Solo este puerto hay que te acojas de las peligrosas ondas del siglo y donde descanses de las continuas tormentas del mundo. A este conviene que gobiernen los que son fatigados de las tempestades del bravo mar. Aquí no se oyen los espantables bramidos del agua, ni sus olas  levantadas llegan a este seno: mas siempre se halla en él tiempo sereno y quieta bonanza. Cuando a este puerto llegares después de los baldíos trabajos pasados, echa el áncora de la esperanza[1], y coge la vela en la antena puesta en la figura de la cruz del Señor, y respira seguro. Pero ya la justa medida de epístola demanda el fin de esta carta. Recibe esta suma de celestiales preceptos y manojo de mandamientos divinos apretados en breve doctrina a gloria del mesmo Señor, y de los que hubiere errado me perdona.

Y porque no quiero para mí la gloria de esta traslación, que es muy muy elegante, el intérprete fue el R.P. Fr Juan de la Cruz, que es en gloria: el cual para esto tenía especial gracia, como se ve por otras traslaciones suyas. VALE.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. VI, F.U.E., Madrid 1995, p. 511-, 532-3




[1] Hb 6, 19

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