miércoles, 5 de marzo de 2014

Dicite justo quoniam bene

          Dicite justo quoniam bene[1].  Quiere decir: Decid al justo que bien. Esta es una embajada que envió Dios con el Profeta Isaías a todos los justos: la más breve en palabras, y la más larga en mercedes que se pudiera enviar. Los hombres suelen ser muy largos en prometer, y muy cortos en cumplir; mas Dios, por el contrario, es tan largo y tan magnífico en el cumplir, que todo lo que suenan las palabras de sus promesas, queda muy bajo en comparación de sus obras. Porque ¿qué cosa se pudiera decir más breve que la sentencia susodicha: Decid al justo que bien? Mas ¡cuánto es lo que está encerrado en esta palabra bien! La cual pienso que por eso se dejó así sin ninguna extensión, ni distinción, para que entendiesen los hombres que ni esto se podía extender como ello era, ni era necesario hacer distinción de estos, ni de aquellos bienes; sino que todas las suertes y maneras de bienes, que se comprehenden debajo de esta palabra bien, se encerraban aquí sin alguna limitación. Por donde así como preguntando Moisén a Dios por el nombre que tenía, respondió que se llamaba: El que es[2], sin añadir más palabra, para dar a entender que su ser no era limitado y finito, sino universal, el cual comprehendía en sí todo género de ser y toda perfección que sin imperfección pertenece al mismo ser, así también aquí puso esta tan breve palabra bien, sin añadirle otra alguna especificación, para dar a entender que toda la universidad de bienes que el corazón humano puede bien desear, se hallaban juntos en este bien: el cual promete Dios al justo en premio de su virtud.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. VI, F.U.E., Madrid 1995, p. 21



[1] Is 5, 10
[2] Ex 3, 14

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