domingo, 29 de junio de 2014

El perro del cazador

        Porque no es menester más que oler desde lejos esta divina suavidad, para que diga el hombre con la Esposa en los Cantares. En pos de ti correremos, Señor, al olor de tus ungüentos[1]. Porque sin dubda, no se da tanta prisa el perro del cazador cuando ha dado en el rastro de la caza, cuanto el ánima después que ha comenzado a sentir el olor y rastro de esta suavidad celestial.

 Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. I, F.U.E. Madrid 1994, p. 484



[1] Ct 1, 3

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