miércoles, 13 de abril de 2016

Gerald Brenan 'Al sur de Granada'

        El festival siguiente se celebraba el día de San Marcos, que cae el veinticinco de abril. Para el campesino español, San Marcos no es el autor de uno de los Evangelios sinópticos, fuente Q de las narraciones de San Mateo y San Lucas y tema de muchos trabajos eruditos de los profesores de Tubinga, sino el santo patrón de los toros y de todos los animales de pasto. Así pues, en ese día eran todos llevados a recibir la bendición. Detrás de su imagen de madera se formaba una procesión, en la que cada uno conducía su vaca, cabra, mula o asno, con un ramo de flores atado al cuerno o a la oreja, y los pastores y cabreros conducían sus rebaños delante de ellos. De manera que toda la población animal recorría las angostas calles hasta desembocar en la plaza de la iglesia, donde el párroco, dando vueltas a su alrededor, los bendecía e incensaba. Tan pronto como la ceremonia terminaba se distribuían unos bollos de pan, conocidos cono roscos, uno por cada persona y animal. Constituían el don de una hermandad cuyos miembros sorteaban todos los años para saber quién debería proporcionar la harina para hacer los panes. Una vez bendecidos por el párroco se colgaban de los cuernos de las vacas y cabras y sobre las orejas de los burros, y la procesión regresaba por el barrio bajo. Se repartían otros roscos a los amigos y parientes, a los que se deseaba buena suerte, y al final del día se daba de comer uno a cada animal. En nuestra aldea, con sus calles pinas y tortuosas, lo más pintoresco y pagano era esta procesión de toda clase de animales, adornados con flores y conducidos por sus dueños, ancianos, mujeres y niños.

Gerald Brenan, Al Sur de Granada, s. XXI, Madrid 1988 p. 74-75

                                             

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        Segunda razón: A esta razón se añade otra muy acomodada a la capacidad del pueblo, y muy eficaz, que es ver las habilidades que todos los animales tienen para su conservación, esto es, para buscar mantenimiento, y para defenderse en sus peligros, y para curarse en sus enfermedades, y para criar sus hijos. En las cuales cosas hacen todo lo que a estos fines pertenece, tan perfectamente como si tuvieran razón, no la teniendo. De donde se concluye haber en el mundo una suma razón y sabiduría que crió todos estos animales con tales inclinaciones, que por medio de ellas hagan todo aquello que conviene para su conservación, tan enteramente como si tuvieran razón. Esto tratamos en nuestra Introducción del símbolo por muchos y diversos ejemplos en que esto se ve claro, de los cuales apuntaremos aquí algunos brevemente.

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XIII, F.U.E., Madrid 1997 p. 20-21

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