viernes, 22 de abril de 2016

El perfecto predicador

        En cuarto lugar, según pienso, debe añadirse a lo que hasta aquí dijimos, que quien resuelve ejercitarse en este divino ministerio, atienda con diligencia con qué espíritu e intención lo emprende; esto es, que vea si entra por la puerta en el aprisco de las ovejas (Cf. Jn 10, 1) o si sube por otra parte. La puerta, o bien es el ardiente deseo de la verdadera caridad, o la obediencia de los superiores. Porque nadie debe subir a esta grada de honor, si no es llamado de Dios, como Aarón. Pues dijo bien el Apóstol: ¿Cómo predicarán si no son enviados? (Rm 10, 15). Ni basta que la misma obra sea de suyo piadosa y santa, para que deba uno emprenderla, si no tiene fuerzas suficientes para llevar la carga: quiero decir, si no está adornado de las virtudes de que hicimos mención.

Santo Domingo de Guzmán (Fot: osma-soria.org)
Fray Luis de Granada, Obras Completas t. XXIII, F.U.E., Madrid 1999 p. 482-483 Traducción auspiciada por José Climent

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