domingo, 10 de febrero de 2013

Rema hacia alta mar I


     No carece de  misterio que quisiese que la nave fuese apartada un poquito de tierra. San Agustín explica esto de modo que instruye al predicador para que en la tarea de enseñar no se adhiera excesivamente a la tierra ni se aleje demasiado de ella, es decir, para que, enseñando lo terreno, no se acomode  al deseo de los hombres instintivos, que sólo se complacen en las cosas terrenas, ni, por el contrario, pretenda enseñar cosas demasiado elevadas o difíciles, cosas que no puedan comprender los oyentes.  De este modo se acomodaba ejemplarmente Pablo a la capacidad del pueblo: hablaba con lenguaje elevado de sabiduría entre los perfectos y alimentaba con leche a los débiles[1].
       Cuando terminó de enseñar a la multitud en la navecilla de Pedro, dice a éste. Rema hacia alta mar y echad las redes para pescar[2]El piadoso y benigno Señor no quiso dejar sin premio ni siquiera aquella pequeña atención de Pedro. Si es tan grande su generosidad y magnificencia que no deja sin premiar ni siquiera un vaso de agua fresca[3]. ¿qué tiene de sorprendente si quisiera remunerar con toda magnificencia esta tan pronta voluntad de Pedro?. Pues él no paga por igual, al modo de los mercaderes, sino que por su divina generosidad recompensa lo poco con lo mucho. De este modo premió a Pedro: por haber puesto a su disposición una navecilla para predicar, le da dos cargadas de peces. Le dice: Rema hacia alta mar y echad las redes para pescar. Simón Pedro le responde: Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos cogido nada; pero, en tu palabra, echaré las redes[4]. En estas palabras se ensalza al máximo la obediencia de Pedro, pues, al invitarlo el Señor a una nueva pesca, obedeció con sencillez la orden de éste. Ciertamente Pedro, sirviéndose de la prudencia humana, hubiera podido responder al Señor con las palabras que acabamos de citar: Maestro durante toda esta noche, que es el tiempo mejor para pescar, exploramos todos los lugares de este mar que estimábamos más idóneos para la pesca, y no cogimos nada; por tanto, ¿cómo podremos capturar algo ahora, con la claridad meridiana?. Por tanto ¿para qué probar de nuevo en vano la fortuna del mar, máxime cuando ya, desesperados de capturar algo, hemos lavado y plegado las redes?. Esto hubiera podido responder Simón.
     Pero, haciendo memoria de su nombre Simón quiere decir obediente, no responde nada, no alega nada contra el que manda, sino que con ánimo sencillo y rápido ejecuta el mandato del Señor.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXXVI, F.U.E. Madrid 2002, p. 224-227

Transcripción y traducción de Carlos Cristóbal Cano y Álvaro Huerga



[1] Cf. Co I, 3, 1
[2] Lc 5, 4
[3] Cf. Co I, 2, 6-3; 3
[4] Lc 5, 5

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