jueves, 14 de febrero de 2013

El valle de Acor


Les da el valle de Acor, es decir, el valle de la conturbación, como puerta de esperanza, pues, cuando por el magisterio celestial se conoce la fealdad y deformidad horrorosa de los pecados, en los que el hombre yació tanto tiempo, el alma es sacudida por el miedo, el dolor y la inquietud, y con esta perturbación se levanta a la esperanza de la misericordia divina, porque entiende que es verdad lo que dice el profeta: Un espíritu afligido es un sacrificio a Dios, no despreciarás, Señor, un corazón contrito y humillado. Por esto, dice san Agustín, ‘el verdadero penitente se duele y al mismo tiempo se alegra en su dolor; teme y de este temor saludable se levanta a la esperanza del perdón, perdón que ha sido prometido a los que se arrepienten y temen a Dios’[1].

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXVII, F.U.E. Madrid 2000, p. 162-3

Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía



[1] PSEUDO-AGUSTÍN, De vera et falsa poenitentia, 13: PL 40, 1124

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