jueves, 7 de febrero de 2013

De los milagros de nuestra edad


DE LA DECIMAQUINTA EXCELENCIA DE LA RELIGIÓN CRISTIANA, QUE ES SER CONFIRMADA POR MUCHOS Y MUY GRANDES MILAGROS.

         Después del testimonio de los santos doctores y de los mártires, síguese otro mayor, que es el de los milagros. Para lo cual es de saber que la divina Providencia, que dispone todas las cosas suavemente, y las ordena en número, peso y medida, que es con summa igualdad y sabiduría, no había de obligar al hombre a creer cosas que están sobre toda razón y sobre todas las leyes de la naturaleza, sin medios eficaces y proporcionados para creerlas. Ca por medios sobrenaturales se han de probar las cosas que sobrepujan toda la facultad de naturaleza. Estos medios son milagros y profecías, de que aquí habemos agora de tratar. Porque milagros son obras de solo Dios, que puso leyes a las criaturas que él crió, las cuales nadie puede dispensar sino solo el que las dio. Y esto es hacer milagros, como es mandar al fuego que no queme, como lo hizo con aquellos tres santos mozos echados en el horno de Babilonia[1], y mandar al agua que no corra al lugar bajo, como lo hizo deteniendo las aguas del río Jordán, para que pasase su pueblo a pie enjuto por él[2].
         Pues estos milagros son pruebas tan suficiente de la fe, que ninguna demostración matemática iguala con ellos. Porque haciéndose un milagro en confirmación de la doctrina que se predica es visto ser Dios el testigo de ella, pues nadie puede hacer milagros, sino solo él, o sus santos por él. Y el testimonio de Dios excede todos los otros testimonios y argumentos de verdad que puede haber. De aquí procedió la fe de muchos, y el conocimiento del verdadero Dios, como parece por muchos ejemplos así del viejo como del nuevo Testamento[3]
            Agora vengamos al testimonio de los milagros, con que está fundada nuestra fe, los cuales como sean más que las estrellas del cielo, si mirásemos los que están escritos en las vidas de los santos, yo aquí no entiendo referir sino pocos, mas estos tan ciertos y averiguados, que ningún hombre, si fuere cuerdo y avisado, aunque sea infiel, pueda poner sospecha en ellos[4]
            Porque los milagros recientes, que tienen presentes los testigos, suelen mover más los corazones, pido al cristiano lector o se canse dq qu añadamos otros tres a los que están referidos. Y por ser ellos tan nuevos, me fue necesario pedir licencia a las partes a quien tocaban para escribirlos[5].

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. X, F.U.E. Madrid 1996, p. 249-293ss

                                                           *****

            En el diario ABC apareció hace poco  el siguiente titular: La inexplicable curación de un niño español. Dado el caso de que el padre era compañero de un hijo mío, me animo a escribir el relato que apareció en el periódico, con el consiguiente permiso del padre.

            Chema es el segundo hijo de Concepción e Ignacio. Nació con  hidrocefalia, pero, después de un tratamiento, terminó por ser un niño como cualquier otro. En marzo de 2009, después de unos espasmos fisicos diesen la voz de alarma, le fue diagnosticada una rara y terrible enfermedad: el síndrome de Rassmussen. Los médicos dieron la única solución que se conoce: extirpar parte de la mitad dañada del cerebro, en concreto, las zonas que controlan el aparato motor.
Sus padres, abuelos y un inabarcable número de amigos y conocidos le dedicaban su cariño y sus rezos. Concepción e Ignacio visitaban a diario la capilla del hospital, encomendaban su pequeño a la Virgen y pasaban largos ratos ante el Santísimo…
Concepción no sólo pidió la sanación de Chema: Durante la oración sentía que Juan Pablo II podía interceder por Chema, y que el milagro que hiciese con él podría suponer la canonización del Papa. Así que comenzó a pedir la intercesión del Pontífice, su marido también pedía la intercesión del Papa.
En agosto, como los médicos se iban de vacaciones y no podían hacer el seguimiento, se fijó una nueva fecha  para la operación, ya después del verano. Pero no hizo falta: un día, Chema empezó a mover el brazo. Después, las piernas. Y más adelante se irguió con normalidad. Los médicos del Niño Jesús se lo confirmaron en septiembre a la familia: no se habían equivocado de diagnóstico, no tenían explicación médica, no sabían qué había pasado. ‘Nos dijeron que la Medicina no lo explica todo, que la enfermedad, simplemente había desparecido, y le dieron el alta al niño’, dice la madre.
            Su caso está en manos de la Causa de canonización de Juan Pablo II.[6]



[1] Dn 3, 21-50
[2] Jos 3, 14-17
[3] FRAY LUIS DE GRANADA t.X, p. 249-250
[4] FRAY LUIS DE GRANADA t. X, p. 253
[5] FRAY LUIS DE GRANADA t. X, p. 293
[6] ABC, Alfa y Omega, Aquí y ahora

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