domingo, 3 de febrero de 2013

Aquel Pablo, grande entre los apóstoles


De modo que aquel Pablo, grande entre los apóstoles, arrebatado al tercer cielo, maestro de los gentiles y vaso de elección, que había sido elegido por Dios para guardar en él los tesoros admirables de los dones celestiales, con los que enriquecer al mundo universo, sufría tal penuria de lo necesario para vivir, que decía: Estando yo en vuestra patria y necesitado. ¿De qué carecías tú, Pablo?. No de lo superfluo, que no usabas, sino de las cosas necesarias como la túnica, el pan, la casa o el calzado; tanto que, obligado por la pobreza, te acostabas a veces sin cenar, y con frecuencia no tenías con qué calmar el hambre, ni con qué cubrir tu desnudo costado y evitar el rigor del frío y la desnudez. Tú mismo lo decías: en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez[1]. Si no tenías estas cosas, cierto que carecías de lo necesario, no de lo superfluo, para que se vea claro cuán querida es para nuestro Dios la humildad y la pobreza emparentada con ella.

Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. XXXIX, F.U.E. Madrid 2003, p. 338-341

(Transcripción y traducción de Ricardo Alarcón Buendía)


[1] Co II, 11, 27

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