A LOS MAITINES
Abre mi boca, Señor
Inflámame sin tardanza,
Porque tu digna alabanza
Cante y diga a cada hora
Señora, en mi ayuda entiende
Con priesa muy aquejosa,
Y en la muerte me defiende,
Que es hora muy peligrosa.
Gloria sea siempre al Padre,
Al Hijo, al Espíritu
Santo,
Que adornó de gracias tanto
A ti, virgen y madre.
Lumbre más clara que el día,
Piélago de amor sin suelo,
Y emperadora del cielo,
Señora virgen María.
En el mar de tu excelencia,
Reina bienaventurada,
Como corcho encima nada
La más prudente elocuencia.
Toda eres hermosa,
Amiga y señora mía,
Y no es en ti alguna mancilla.
Oye, bendita señora,
Esta mi pobre oración
Y cumple mi petición
Por Aquél que tu ánima adora.
Oremos, haciendo memoria de tu santa concepción: Muy
dulce señora, madre de Dios, virgen sin mancilla, reina bendita de mi ánima,
esperanza nuestra: te suplico humildemente por las entrañas de tu piedad y por
aquella bienaventurada hora en que fuiste hecha arca e silla de la Santísima
Trinidad, madre del Hijo de Dios y abogada de los pecadores, me ganes cumplido
perdón de todos mis pecados y entera enmienda de mi vida y muy buen fin y
entrañable compasión de las llagas de tu Hijo, y los dolores de tu corazón. Y
ruega, bendita señora, por los fieles finados, y por el pueblo cristiano, y por
todo el mundo, amén. Bendigamos al Señor, a Él sean siempre muchas gracias.
Fray
Luis de Granada, Obras Completas, t. XVIII,
F.U.E. Madrid 1998, p. 601-2
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