miércoles, 10 de abril de 2013

Bajo el influjo de Juan de Ávila

       Después del detallado análisis que hace A. Huerga, sobre estas cartas de fray Luis, concluye y es fácil observarlo leyendo sus textos, que ‘fray Luis es realmente un hombre nuevo’[1], un hombre transformado, un hombre muy distinto del estudiante de San Gregorio de Valladolid y también del futuro escritor. El ministerio de la predicación, bajo el influjo de Juan de Ávila, cambia el concepto académico para el que se preparó en San Gregorio en las aulas, por una visión más evangélica. Este testimonio de fray Luis es inequívoco y llameante: ‘¡Oh padre mío! ¡Cuán diferente es la vida de los Santos a la de los (hombres) que ahora son! Pues yo le prometo a Vuestra Reverencia que puede despedirse de hacer fruto en las almas de los prójimos quien no vive como vivieron los santos. San Jerónimo y San Bernardo, ayunando y comiendo legumbres y estando noche y día en oración, viviendo en grandísima pobreza, aprovecharon a las almas. Bien podrá ser letrado y predicar; pero convertir almas ni es de letras ni es de ciencia, ni es parte para esto sino sólo Dios, que Él no obra este efecto por letrados hinchados, sino por siervos humildes, semejante locura es ésta a la que yo tenía estudiando allá en el colegio de San Gregorio mucha retórica para convertir almas, como si hubiera de tomar Dios los retóricos para ministros de un tan gran misterio como es su Evangelio y su espíritu’. Finalmente apostilla: ‘Los ministros del Evangelio no han de ser semejantes a Tulio, sino a Jesucristo; y han de ser  tan semejantes a Él, que se trasluzca y represente en su vida Jesucristo, como la figura en el espejo’[2]


Urbano Alonso del Campo, Vida y Obra de fray Luis de Granada, ed. San Esteban, Salamanca 2005, p. 75



[1] A. HUERGA, Escalaceli, Madrid 1981, p. 222-235
[2] FRAY LUIS DE GRANADA, Obras Completas, t. XIX, ed. FUE, Madrid 1998, p. 22-3          

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