martes, 25 de febrero de 2014

La mar

          Tiene también otra cosa la mar, la cual, como criatura tan principal, nos representa por una parte la mansedumbre, y por otra la indignación e ira del Criador porque ¿qué cosa mas mansa que el mar cuando está quieto y libre de los vientos, que solemos llamar de donas, o cuando con un aire templado blandamente se encrespa, y envía sus mansas ondas hacia la ribera, sucediendo unas a otras con un dulce ruido y siguiendo el alcance de las unas a las otras, hasta quebrarse en la playa? En esto, pues, nos representa la blandura y mansedumbre del Criador para con los buenos.
Mas, cuando es combatido de recios vientos, y levanta sus temerosas ondas hasta las nubes, y cuanto más las levanta a lo alto, tanto más profundamente encubre los abismos, con lo cual levanta y abaja los pobres navegantes, azotando poderosamente los costados de las grandes naos, cuando los hombres están puestos en mortal tristeza, las fuerzas y las vidas rendidas, entonces nos declara el furor de la ira divina, y la grandeza del poder que tales tempestades puede levantar y sosegar, cuando a Él le place.
Lo cual cuenta el Real Profeta entre las grandezas de Dios, diciendo (Salm. 88, 9-1): Vos, Señor, tenéis señorío sobre la mar, y Vos podéis amansar el furor de sus ondas. Vuestros son los cielos, y vuestra la tierra, y Vos criasteis la redondez de ella, con todo lo que dentro de sí abraza, y la mar y el viento cierzo que la levanta, Vos lo fabricasteis.

Fray Luis de Granada, Canto a la Naturaleza; Introducción y selección de textos de Urbano Alonso del Campo O.P., ed. Universidad de Granada 1991, p. 39

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