domingo, 25 de noviembre de 2012

La Creación: el hombre


Ponemos adelante entre las maravillas y obras de Dios la virtud que puso en las semillas de las plantas. Porque en una pequeña pepita de una naranja puso virtud para que de ella naciese un naranjo, y en un piñoncillo, para que de él naciese un grande pino. Mas esto es muy poco en comparación de la virtud que puso en la materia de que se forma el cuerpo humano. Porque de una de estas semillas no se fabrica más que las raíces y el tronco y ramas del árbol, con sus hojas y fruto. Mas de la materia de que el cuerpo humano se forja, con ser una simple substancia, viene a formarse tanta variedad de miembros, de huesos, de venas, de arterias, de niervos, y de otros innumerables órganos, y éstos tan acomodados al uso de la vida, que si algún ingenio llegase a conocer todas las particularidades y menudencias y providencias que en esto hay, mil veces quedaría atónito y espantado de la sabiduría y providencia del Criador, que de tan simple materia tantas y tan diferentes cosas pudo y supo formar. Porque ninguna hay que no está clamando y diciendo: ¿quién pudo hacer esto sino Dios? ¿Quién pudo dentro de las entrañas de una mujer, sin poner ella nada de su industria, fabricar una casa para el ánima con tantas cámaras y recámaras, con tantas salas y retretes, y con tantas oficinas y oficiales, sino Dios?. Lo cual manifiestamente declara ser ésta obra trazada por una infinita sabiduría, que en nada falta ni yerra. Lo cual prueban los médicos y filósofos por esta demostración. Dicen ellos que en todo el cuerpo del hombre hay más de trescientos huesos entre grandes y pequeños. Y así en cada lado hay más de ciento y cincuenta huesos, y cada uno de ellos tiene diez propiedades, que los anatomistas llaman scopos[1], conviene saber, tal figura, tal sitio, tal conexión, tal aspereza, tal blandura, y otras semejantes. De suerte que multiplicando estas diez propiedades,  y atribuyéndolas a cada uno de los ciento y cincuenta huesos, resultan mil y quinientas propiedades en los huesos de un lado, y otras tantas en el otro.
Pues en estos huesos hay tres obras y maravillas de Dios que contemplar. La primera es la encajadura y enlazamiento de los huesos unos con otros, con sus cuerdas y ligamentos, tan perfectamente hecha como ya dijimos. La segunda es la semejanza que tienen los huesos del un lado con los del otro, no solamente en el tamaño, sino también en estas diez propiedades que aquí dijimos. De modo que cuando crecen con la edad los huesos, pongo por ejemplo, de la una mano, con ese mismo compás y medida crecen los de la otra, y con esas mismas propiedades, que tienen, sin haber diferencia de una parte a otra. Y lo mismo se entiende de las costillas, y de las cañas de los brazos, y de las piernas del un lado y del otro. La tercera maravilla, que a mí espanta más que las susodichas, es ver la hechura y las propiedades que tiene cada hueso de éstos para el lugar donde está y para el oficio que ejercita.



Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. IX, F.U.E. Madrid 1996, p. 218-9
          




[1] Cf. LAÍN ENTRALGO, Pedro, La antropología en la obra de fray Luis de Granada,  CSIC, Madrid 1946, p. 149-152

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