domingo, 25 de noviembre de 2012

La Creación: los perricos de falda

     Y ya que en este capítulo señalamos todas las especies de canes, no puedo dejar de maravillarme de la suavidad y regalo de la Providencia divina en haber criado otra especie muy diferente de canes, que son perricos de falda, los cuales nadie puede negar haber sido criados por la mano del Criador. Porque dado el caso que un individuo se engendre de otro individuo, como un can de otro can, mas tal o tal especie de canes o de otros animales, sola la omnipotencia de Dios puede criar. Pues ¿qué mayor indicio de aquella inmensa bondad y suavidad que haber querido criar esta manera de regalo, de que se sirven las reinas y princesas y todas las nobles mujeres? Porque este animalico es tan pequeño, que para ninguna cosa sirve de las que aquí habemos referido, sino sola ésta. De modo que así como él crió mil diferencias de hermosísimas flores y perlas y piedras preciosas, muchas de las cuales para ninguna cosa más sirven que para recrear la vista, y darnos noticia de la hermosura del Criador, así crió esta especie de animalillos para una honesta recreación de las mujeres. Porque como ellas hayan sido formadas para regalar y halagar los hijitos que crían, cuando éstos les faltan, emplean este natural afecto en halagar estos cachorrillos. Los cuales tienen tanta fe con sus señoras, que no se quieren apartar de ellas, y sienten mucho cuando van fuera de casa, y alégranse y hácenles grandes fiesta cuando vuelven, y búscanlas por toda la casa cuando desaparecen, y no descansan hasta las hallar. Por lo cual me dijo una muy virtuosa y noble señora que una cachorrilla que tenía la confundía, viendo que no buscaba ella con tanto cuidado a Dios como la cachorrilla a ella.
     Veía pues el Criador que el corazón humano no podía vivir sin alguna manera de recreación y deleite, y porque esta inclinación, que es muy poderosa, no lo llevase a deleites ponzoñosos, crió infinitas cosas para honesta recreación de los hombres, porque recreados y cebados con ellas, despreciasen y aborresciesen todas las feas y deshonestas.


Fray Luis de Granada, Obras Completas, t. IX, F. U. E. Madrid 1996, p.148-7-8

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