domingo, 25 de noviembre de 2012

Padre Nuestro: Hágase vuestra voluntad como en el cielo así en la tierra

          SEGUNDA MEDITACIÓN:

         Esta voluntad dice Cipriano que es la que vuestro unigénito Hijo hizo y nos enseñó: Esta voluntad es humildad en la conversación, estabilidad en la fe, vergüenza en las palabras, justicia en las obras, en las necesidades ajenas misericordia, y en las costumbres disciplina: no hacer a nadie injuria, y sufrirla después de hecha, tener paz con los hermanos, querer a Dios de todo corazón, amarlo como a padre, temerlo como a Dios, no anteponer nada al amor de Cristo, pues él ninguna cosa antepuso al nuestro. Hasta aquí son palabras de Cipriano[1].
         Pues esto, Señor, quiero, esto con todas mis entrañas deseo, que en mí y por mí se haga vuestra voluntad, y que yo sea todo vuestro y todo me emplee en vuestro servicio. Ya no me lleve tras sí mi apetito, ni tenga ya más respecto a mis intereses, no a la afición sensual de los parientes y amigos, no a las voces del mundo, no a los afectos de carne y de sangre, no piense cuál sea cosa sea amarga o dulce, honrosa o deshonrada, fácil o dificultosa, mas solamente pretenda hacer en todo vuestra sancta voluntad. Esto solo me sea alegre, esto suave. Ésta sea toda el alegría y gozo de mi corazón, estar en todo tiempo y lugar haciendo vuestra voluntad. ¡Oh, si yo solo pudiese cumplir con todos los servicios que se os deben!. Ciertamente, Señor, si yo fuese por vuestra honra despedazado, esto debería querer más que todos los deleites que pudiese haber, salvo si estos deleites no redundasen más en vuestra gloria, porque ya entonces no desearía los deleites por los deleites, sino por solo vuestro servicio, porque ya yo no tengo que ver con mi voluntad, sino con la vuestra. ¿Qué cosa puede ser a mí mayor, más dulce y más amable que resolverme todo en vuestra honra?...
Y no dudo, Señor que más se alegran los ángeles y las ánimas sanctas de la magnificencia de vuestra honra, que de la grandeza de su gloria. Y, por tanto, así como vuestra voluntad perfectamente se cumple en el cielo, así se cumpla en la tierra, de tal manera que todos con grandísimo fervor de corazón la sigamos, por honras y por deshonras, por infamias y por buena fama, por adversidades y prosperidades, renunciando todas las otras voluntades y respectos que no sean según vos y por vos, pues vos solo sois nuestro Dios, vos solo por excelencia nuestro padre, vos solo Rey de los reyes y Señor de los señores, y así a vos se debe suma obediencia, perfecta reverencia, eterna gloria y alabanza en los siglos de los siglos. Amén

Fray Luis de Granada, Obras Completas t. V, F.U.E. Madrid 1995, p. 381-2






[1] S. CIPRIANO, De dominica oratione, 15: PL 4, 529

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